Toda oración tiene dos lados.
Hijo mío, que estás en la tierra,
haz que tu vida sea el mejor reflejo de mi nombre.
Adéntrate en mi reino en cada paso que des,
en cada decisión que tomes, en cada caricia y cada gesto.
Constrúyelo tú por mí, y conmigo.
Esa es mi voluntad en la tierra y en el cielo.
Toma el pan cada día, consciente de que es un privilegio y un milagro.
Perdono tus errores, tus caídas, tus abandonos,
pero haz tú lo mismo con la fragilidad de tus hermanos.
Lucha para seguir el camino correcto, que yo estaré a tu lado
y no tengas miedo que el mal no ha de tener en tu historia la última palabra… Amén
J. M. Olaizola