Un día fue un discípulo en busca de su maestro y le dijo:
- "Maestro, yo quiero encontrar a Dios".
El maestro miró al muchacho, sonriéndole.
El muchacho volvía cada día, insistiendo que quería dedicarse a la religión.
Pero el maestro sabía muy bien a qué atenerse.
Un día que hacía mucho calor, le dijo al muchacho que lo acompañara hasta el río para bañarse. El muchacho se zambulló en el agua. El maestro lo siguió, y, agarrándolo por la cabaza se la metió en el agua un buen rato, hasta que el muchacho parecía ahogarse.
El maestro lo soltó y le preguntó qué era lo que más deseaba cuando se encontraba sin respiración dentro del agua.
- Aire -respondió el discípulo.
- ¿Deseas a Dios de la misma manera?
-le preguntó el maestro.
Si lo deseas así, lo encontrarás inmediatamente.
Pero si no tienes ese deseo, esa sed, no podrás encontrar esa religión que deseas. Mientras no se despierte esa sed en ti, no vales más que un ateo. Incluso a veces el ateo es sincero. Y tú no lo eres.
“Cuento oriental”
Martes divertidos. No hagas la prueba, o sí, a meter la cabeza dentro de un río o del mar hasta que te quedes sin respiración. Pero si quieres puedes hacer una cosa: tapa tu nariz, cierra boca... y..... ¿A que necesitas respirar? RESPIRA, no te ahogues.
¿Deseas así a Dios?