Te damos gracias, Señor Dios, por esta persona
que nos fue tan cercana y que de repente ha sido arrancado/a de nuestro mundo.
Te damos gracias...
... por la amistad que nos regaló,
... por la paz que derramó a su alrededor.
Te damos gracias...
... porque con su sufrimiento
pudo aprender la obediencia, y
... porque, aunque era débil, se convirtió en una persona
digna de ser amada.
Te rogamos...
... que nada de su vida se pierda,
... que los que vengan detrás de él / ella
puedan respetar lo que para él / ella era sagrado,
... que sus buenas obras nos sirvan de ejemplo
ahora que ya está muerto/a.
Queremos...
... Que continúe viviendo en sus hijos y amigos,
en sus corazones y en sus ganas de vivir;
en sus ideas y en su conciencia.
... Que todos los que estuvimos unidos a él / ella,
cuando estaba vivo/a, estemos aún más unidos
ahora que la muerte nos le / la ha arrebatado.
... Y que en esta unión, Señor,
como en toda amistad y paz en la tierra,
podamos ver cumplida la promesa
de que tú mantendrás tu palabra de fidelidad
hasta la muerte.
H. Oosterhuis