La madre de mi amiga Mariví ya tiene una edad.
Nunca ha llevado gafas.
Mira si hace tiempo que fue al oculista, que en lugar de identificar las letras del abecedario en la pizarra, le pusieron números romanos.
Bueno, fuera de bromas.
Hace 30 años le dijeron que tenía la vista estupenda y no necesitaba gafas.
Ella se tomó ese diagnóstico como definitivo, para el resto de su vida.
Con 70 años, ya no ve como antes, lógicamente.
Pero se niega a ir al oftalmólogo porque dice que ella tiene los ojos perfectos. Quizás, lo que pueda tener es presbicia. O lo que comúnmente se conoce como vista cansada.
Lo normal, a su edad. Insiste en que no necesita gafas.
Como mucho, tiene unas de esas graduadas que venden en las farmacias, que se las pone cuando hace la compra, para ver la fecha de caducidad.
¿”Pa” qué más?
El otro día, se quedó con sus dos nietos (los hijos de Mariví).
Y la acompañaron a hacer la compra. En un momento de necesidad, se sacó las gafas para ver una etiqueta.
El nieto le preguntó algo, la abuela se giró, lo miró y exclamó:
“¡Madre mía, pero qué guapo estás!”.
Luego miró a su nieta y dijo algo similar.
Cuando Mariví fue a recoger a sus hijos, su madre le dijo que había pedido hora para el oculista.
¿Y ese cambio?, le preguntó Mariví, asombrada.
Su madre le dijo que había mirado a sus nietos con las gafas y, aunque sabía que eran muy guapos, no había podido apreciar lo guapísimos que estaban.
Eso le hizo recapacitar. No quería perderse ningún detalle de las facciones de sus nietos.
Dicen que no hay más ciego que quien no quiere ver.
Pero cuando te das cuenta de las cosas que te estás perdiendo, por cabezonería, por creencias limitantes, por mirar a otro lado, por comodidad…, todo cambia.
Es lo que ocurre en la vida. A veces no queremos reconocer la realidad. O no podemos.
Y necesitamos pararnos un momento, saber lo que nos estamos perdiendo, para entonces tomar una decisión y ponernos en acción.
Puede ser una casualidad, un momento de reflexión, una ayuda externa.
Si sientes la vista cansada, o mejor dicho, la vida cansada, no te conformes.
No pienses que es “lo normal de la edad”.
Ponte las gafas que te ayuden a apreciar todo lo que te estás perdiendo, lo que puedes cambiar y lo que puedes empezar a aprovechar.
Tu vida ;-).
Ángel María