Aprender a ser iguales

Escrito el 02/05/2024


 

 

Tú debiste asombrar a mucha gente, Señor, con tu actitud hacia las mujeres.

Conversaste largo tiempo con la samaritana y tus discípulos no hicieron ningún comentario.

No condenaste a la mujer adúltera y evitaste que la mataran a pedradas.

Te dejaste lavar y besar los pies por una mujer de mala vida y tu anfitrión se escandalizó de ello.

Aceptaste que te siguieran unas mujeres como discípulas, con los Doce.

En una sociedad en que las mujeres ocupaban un puesto secundario, tú te adelantaste a los tiempos.

Desde entonces, los tiempos han cambiado.

En muchos países, las mujeres reivindican, buscan y comienzan a encontrar el sitio que les corresponde.

Que tu Espíritu cambie las mentalidades de las personas en los países, culturas y religiones donde la mujer todavía no ha encontrado su sitio.

Que la humanidad forme una gran familia en la que las mujeres y los hombres sean complementarios y gocen de verdadera igualdad.