"Que todos seamos realmente responsables de todos"
En el mes de septiembre del año 2000, en el comienzo de un nuevo milenio, los jefes de Estado y de Gobierno se reunieron en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York, para reafirmar su compromiso con la Organización y su Carta como cimientos indispensables de un mundo más pacífico, más próspero y más justo.
De dicha Asamblea surgió la Declaración del Milenio, en la que se consideran determinados valores como esenciales para las relaciones internacionales de cara al siglo XXI. Los valores que cita son: libertad, igualdad, solidaridad, tolerancia, respeto a la naturaleza, responsabilidad común.
Al hablar de la solidaridad, el documento señala que los problemas mundiales deben abordarse de manera tal, que los costos y las cargas se distribuyan con justicia, conforme a los principios fundamentales de la equidad y la justicia social. Los que sufren, o los que menos se benefician, merecen la ayuda de los más beneficiados.
Posteriormente, en el año 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que el 20 de diciembre de cada año se celebrara el Día Internacional de la Solidaridad Humana.
En la vida cotidiana entendemos que la solidaridad consiste en apoyar una causa ajena de manera voluntaria, imparcial y desinteresada, especialmente en situaciones como desastres naturales, guerras, movimientos de refugiados, etc. La única retribución de la solidaridad es sumar pequeños gestos para lograr grandes cambios en la humanidad.
Podemos decir que los objetivos de este Día Internacional son:
- Reafirmar el compromiso de las naciones del mundo en la construcción de un espacio de solidaridad y de paz,
- Poner en marcha iniciativas para la erradicación de la pobreza en el mundo, mediante el compromiso de impulsar la Agenda 2030 para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
- Sensibilizar a la opinión pública acerca de la importancia de la solidaridad como valor universal fundamental para la cooperación y el bienestar de la humanidad.
Nos dice el papa San Juan Pablo II: "La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y de cada uno ,para que todos seamos realmente responsables de todos".