Día de los Fieles Difuntos

Escrito el 02/11/2024
Agustinos


 "Duermen en la esperanza de la resurrección"

El origen de la conmemoración de todos los fieles difuntos hay que remontarlo al siglo X, cuando un monje benedictino, San Odilón, en Francia, comenzó a celebrar la misa en un día concreto –el dos de noviembre­–, pidiendo por todos los difuntos. A partir del s. XVI, esta costumbre fue adoptado para toda la Iglesia.

Desde entonces y, hasta el día de hoy, oramos «en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe solo Dios conoce» (cf. Martirologio, 2 de noviembre).

En el fondo, esto responde a la fe que tienen los creyentes en la existencia de la “comunión de los santos”. Una expresión que hace referencia a la unión común que se da entre Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, con sus miembros, los bautizados y, de éstos, entre sí. Es la relación espiritual que se da en la Iglesia, formada por los santos del cielo, las almas que están en el proceso de ir al cielo (purgatorio) y los fieles de la tierra.

Teniendo en cuenta la “comunión de los santos”, todos estamos unidos de tal manera, que nuestros actos e intenciones pueden influir de unos en otros. De ahí que, en el caso del día de todos los fieles difuntos, la oración, especialmente unida a la misa, ayuda a que el difunto, purificado de toda mancha de pecado, pueda gozar de la felicidad eterna en presencia de Dios.

Por eso, acordarse de los fieles difuntos está muy presente en el pueblo cristiano, que lo ha vivido desde siempre a través de prácticas devocionales y tradiciones muy variadas, según sea el lugar.

La más común de estas tradiciones es la de acudir a los cementerios a visitar las tumbas de los seres queridos para adornarlas con flores, rezar, etc. Esto, en España, se suele realizar el día 1 de noviembre, que es fiesta eclesiástica y civil, y esto facilita el poder rezar e ir al camposanto.

No hay duda de que esta es una fecha muy importante para todos los que forman parte de la Iglesia, pues es la oportunidad de vivir la intercomunión que existe por la fe, entre los vivos y los difuntos. Dos realidades que, con la gracia del Espíritu Santo, caminan unidas.