La belleza de Dios
“Pensad, hermanos, cuál sea su belleza (la de Dios). Todas estas cosas bellas que veis, que amáis, Él las hizo. Si ellas son hermosas, ¿cuál no será Él? Si ellas son excelsas, ¿cuánto más no lo será Él? Por las cosas que amamos le amemos más a Él. Desdeñemos estas cosas y amémosle a Él, a fin de que en el mismo amor, mediante la fe, limpiemos nuestro corazón, y, limpio, encuentre el rostro del Señor. La luz que ha de mostrársenos debe encontrarnos sanos. Esto se consigue ahora con la fe”. (Exp. Ps. 84,9, v.8).
Brilla al sol tu envoltura
de belleza. Susurra alegre el viento
por entre la Natura.
Yo te contemplo y siento
en todo mi ser júbilo y contento.
Es sólo mi deseo
que tus virtudes colmen ilusiones;
y que si las poseo
-para mí perfecciones-
sepa conservarlas -preciados dones-.
Sonido de siringes
afinado en tonos celestiales,
ninguna ley infringes
si cantas en trigales
o si vienes de albura de zarzales.
Espejo de espadañas,
de bayones, nenúfares y de ocas
corres entre las cañas,
acaricias las rocas
y risas y suspiros les provocas.
Romero corazón,
inquieto peregrino en pos de paz,
no quieras ser gorrión,
imita la torcaz
que en cetrino encinar vive a solaz;
vive la Primavera,
tan pródiga en perfumes seductores;
del color es cimera
mostrando sus primores
cual modelo de artistas y pintores.
Nazario Lucas Alonso