Tocando tus heridas te reconozco.
Mirando mis heridas te encuentro.
Y me envías a las heridas del mundo.
No puedo mirar si no me sanas,
no puedo creer si no me acaricias,
no te puedo seguir si no me llamas.
Me sanas, me acaricias, me llamas.
Y solo alcanzo a decir:
Señor mío y Dios mío.
Javi Montes, SJ