Un hombre se hallaba en el tejado de su casa
durante unas inundaciones y el agua le llegaba
a los pies.
Poco después, pasó un individuo remando en
una canoa y le gritó:
- “¡Oiga! ¿Quiere que le lleve a un sitio más
alto?”.
- “No, gracias - replicó el hombre -. Tengo fe en
el Señor y Él me salvará”.
Pasó el tiempo, y el agua le llegaba al hombre
hasta la cintura. Entonces pasó por allí una
lancha de motor.
- “¿Quiere que le lleve a un sitio más alto?” -
gritó el que la llevaba.
- “No, gracias - respondió el hombre -. Tengo fe
en el Señor y Él me salvará”.
Más tarde, cuando el nivel del agua le llegaba
hasta al cuello del individuo, llegó un helicóptero.
- “¡Cójase a la cuerda - gritó el piloto -. Yo le
subiré”.
- “No, gracias - dijo el hombre por tercera vez -.
Tengo fe en el Señor y Él me salvará”.
Desconcertado, el piloto dejó a aquel hombre en
el tejado, casi cubierto por las aguas. Después
de haber pasado horas allí, el pobre hombre no
pudo resistir más, se ahogó y fue a recibir su
recompensa.
Mientras aguardaba en las puertas del Paraíso,
se halló frente al Creador y se quejó de lo ocurrido:
- “Señor - le dijo -, yo tenía total fe en que Tú me
salvarías y me abandonaste. ¿Por qué?”
A lo cual le replicó el Señor:
- “¿Qué más quieres? ¡Te mandé dos lanchas y
un helicóptero”.