María forma a Jesús en el amor a la vida.
Vida del Padre derramada por el Espíritu
para plenitud de los hijos.
Amor sencillo y gratuito
que les permite celebrar, agradecer y alabar
las grandezas de Dios en lo pequeño.
María forma a Jesús en la escucha a la voz del Padre
en los acontecimientos,
en las personas
y especialmente en las necesidades del pueblo pobre.
María forma a Jesús en la búsqueda y cumplimiento
del querer del Padre, siempre y en todo,
aunque esto le lleve muchas veces
a cambiar sus propios planes.
María forma a Jesús en la paciencia histórica,
en la espera activada de su propio proceso de crecimiento,
de "su hora" como la plenitud de los tiempos.
María forma a Jesús en la solidaridad con los empobrecidos
por quienes preferentemente vivió y entregó su vida.
María forma a Jesús en convicciones sólidas.
Hay valores que María no negocia
aunque la situación le oscurezca el camino:
el amor, la escucha, la solidaridad, la gratitud y la compasión.
María forma a Jesús en su comunidad familiar.
María, José, Zacarías, Isabel, Juan el Bautista, sus parientes.
María forma a Jesús en su comunidad de vecinos:
en su pueblo de Nazaret, entre sus compañeros de trabajo.
María acompaña a la primera comunidad de los discípulos
después de la resurrección de Jesús hasta Pentecostés:
comunidad orante, sencilla, a la espera, que sabe compartir.
La experiencia comunitaria fundamental que María le transmite a Jesús es:
Comunidad reunida por la fe, en el nombre del Señor: comunidad de servicio solidario.
Ana María Donato