Alabar a Dios día y noche
Parece imposible que podamos alabarle continuamente, pero Agustín nos da un remedio para poderlo hacer siempre y consiste en obrar bien, en implicarnos en la ida cotidiana y practicar lo que decimos: “Y mi lengua cantará tu justicia, tu alabanza todo el día. ¿Y qué lengua puede permanecer todo el día cantando la alabanza de Dios? Ahora, por ejemplo, el sermón se ha prolongado un poco más, y nos cansamos. ¿Quién podrá permanecer alabando al Dios todo el día? Te sugiero un remedio para estar, si quieres, alabando a Dios todo el día. Lo que hagas, hazlo bien, y ya alabaste a Dios. Cuando cantas un himno, alabas a Dios. ¿Y qué hace tu lengua, si tu interior no está también alabando? Cuando dejas de cantar algún himno, ¿te vas a reparar tus fuerzas? Sé moderado en la bebida, y ya has alabado a Dios. ¿Te retiraste a dormir? No te levantes para obrar el mal, y ya has alabado a Dios. ¿Tienes entre manos algún negocio? No cometas ningún fraude, y ya has alabado a Dios. ¿Cultivas el campo? No des origen a disputa alguna, y ya has alabado a Dios. Prepárate para alabar a Dios durante todo el día con la inocencia de tus obras” (Comentario al salmo 34, 2, 16).
La misma vida del cristiano, toda ella, debe de ser alabanza a Dios, porque esto es lo mejor que se puede hacer. Pero, además, nada puede suplir esta alabanza, por muchas ocupaciones que tengamos. Parece que para Agustín la alabanza tiene más que ver son el corazón que con la boca: “Alabad, dice el Señor. ¿Por qué debemos alabar al Señor? Porque es bueno el salmo. El salmo es alabanza de Dios. Luego viene a decir: "Alabad al Señor, porque es bueno alabar al Señor". No dejemos de alabar de este modo al Señor. Se dijo y pasó; se hizo y callamos; hemos alabado y hemos callado; hemos cantado y hemos descansado. Nos dirigimos a otra cosa, quizá a hacer lo que resta; pues bien, cuando se presenten otras ocupaciones, ¿cesará la divina alabanza en nosotros? Ciertamente que no; tu lengua alaba temporalmente, alabe siempre tu vida… Canta con la voz por lo que se refiere a los oídos, pero no calles con el corazón, no calles con la vida… Haciendo estas cosas, alabas a Dios y de ningún modo callará la alabanza de Dios” (Comentario al salmo 146, 1-2).
Esta oración continua en el espacio y el tiempo, esta alabanza continua en el tiempo y en la vida del ser humano, que vive para esto, es en Agustín una realidad y no solo un deseo de futuro. Es en el momento presente, en la práctica de la justicia y en el vivir según el querer de Dios donde encontramos la clave de la alabanza, pero es imprescindible que lo hagamos juntos: “Luego ahora, hermanos, os exhorto a que alabéis a Dios, pues esto es lo que todos nos decimos cuando pronunciamos el Aleluya. Tú dices a uno; Alabad al Señor, y esto mismo te lo dice a ti él. Cuando todos se exhortan mutuamente, todos dicen lo que se exhortan. Pero alabad, por lo que toca a vosotros, íntegramente; es decir, no sólo alabe a Dios la lengua y la voz, sino también vuestra conciencia, vuestra vida y vuestros hechos. En efecto, ahora alabamos cuando nos hallamos congregados en la iglesia; pero, cuando cada uno va a su casa, parece que deja de alabar a Dios. No deje de vivir bien, y siempre alabará al Señor. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de aquello que a Él le agrada. Pero, si no te apartas jamás de la vida buena, aunque calle tu lengua, vocea tu vida, y el oído de Dios está atento a tu corazón… Cuando alabéis a Dios, alabadle íntegramente: cante la voz, cante la vida, canten las obras. Y, si persiste todavía el gemido, la tribulación, la tentación, esperad; todas estas cosas pasarán, y llegará aquel día en el que alabemos sin descanso. Este salmo es claro, y, por tanto, ha de ser expuesto de corrida. Enumera la creación universal alabando a Dios y la exhorta a que le alabe como si la hubiera encontrado callada” (Comentario al salmo 148, 2)
Santiago Sierra, OSA