Hola, qué tal, cómo estás.
Este domingo pasado hemos comenzado el tiempo de Adviento, de preparación para la Navidad, para el nacimiento de Jesús, del Salvador.
Tenemos unos días para revisar nuestra vida personal, familiar, comunitaria. Es necesario dejar a un lado aquello que nos impide acoger a Jesús en nuestro corazón.
Porque, de lo que se trata en Adviento, en este tiempo hasta la Navidad, no es en aprovechar las rebajas, las ofertas, a la hora de comprar regalos o los alimentos para las comidas familiares.
De lo que se trata es de prepararnos para recibir a aquel que puede salvar, sanar, tanto a cada hombre o mujer en particular, como a nuestro mundo en general.
San Agustín nos invita a reconocer en Cristo ese don que Dios nos envía, y que es quien verdaderamente nos cura, como un auténtico médico. Escuchemos lo que nos dice San Agustín:
“Dios ha enviado un médico, un salvador a los hombres, el cual ha curado sin cobrar honorarios. Cristo ha venido para premiar a los que serían curados por él. Cristo cura a los enfermos y a los que cura les da un don. El don que otorga es él mismo”.
(Sermones 156, 2)
Oración
“Señor, eres el médico nuestro que cura a todos los enfermos. Tú reduces el orgullo, renuevas la vida disipada y omites lo que es superfluo. Conservas lo que es necesario, restituyes lo perdido y curas lo corrompido”.
(La lucha cristiana 11, 12)