¡Hola, qué tal, cómo estás!
Te cuento que los agustinos celebramos el próximo miércoles, 13 de noviembre, fecha del nacimiento de San Agustín en el año 354, la fiesta de todos los Santos de la Orden de San Agustín.
Todas estos constituyen la mayor riqueza espiritual, el mejor patrimonio que tiene la Orden y la familia agustiniana. Cada uno de ellos logró la santidad viviendo en una realidad cultural e histórica determinada. Esto significa que, el carisma agustiniano, es válido para santificarse en cualquier época y lugar geográfico.
Los santos son testimonio de fidelidad en el seguimiento de Jesucristo. Ellos han vivido sin cansarse su consagración al Señor y han llevado a cabo, de manera extraordinaria, las tareas y trabajos ordinarios de la vida. Y, todo ello desde el amor a Dios y a los demás.
Entre estos santos agustinianos hay algunos que son mártires, que han dado prueba de fortaleza al derramar su sangre por el Evangelio. Han llevado a cabo la suprema imitación y el seguimiento radical de Cristo.
Todos los santos de la Orden demuestran con su vida, que es posible alcanzar la meta del encuentro con Dios en el cielo. Y, San Agustín, nos señala qué haremos allí:
“Una vez llegados al cielo, tendremos descanso y veremos. Veremos y amaremos. Amaremos y alabaremos. El objeto de nuestros deseos será el que puede ser admirado sin fin, el que puede ser amado sin pausa y el que puede ser alabado sin que se nos canse”.
(La Ciudad de Dios 22,30)
Oración:
“Nos has creado para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
(Confesiones 1,1)