P. Ángel Rodríguez de Prada. Filósofo y astrónomo
El P. Ángel R. de Prada es uno de los pocos agustinos que cursó los estudios de Ciencias y Física en la universidad Central de Madrid y destacó en la Astronomía, llegando a ser director del observatorio del Vaticano por nombramiento del Papa León XIII en 1898, con apenas 39 años. Fue un religioso modesto que no hizo alardes de sus saberes, que puso al servicio de la ciencia, a pesar de su fama más allá de las fronteras.
Nació en el pueblo zamorano de Cobreros de Sanabria el año 1859. Cuando cumplió los veinte años profesó en el colegio seminario de los Filipinos de Valladolid en 1879, que en esos años había hecho un cambio profundo de los estudios, incluyendo en el currículo de los estudiantes asignaturas de ciencias y matemáticas. Concluidos los estudios de Filosofía pasó a cursar la Teología en el monasterio de Santa María de La Vid, donde practicó su afición por las estrellas, que le llevó a montar una estación meteorológica.
Fruto de sus exploraciones publicó un ensayo titulado “Descripción de los extraños fenómenos crepusculares”, que recibió aplausos por su originalidad y profundidad. El año 1884 fue ordenado de sacerdote y al año siguiente pasó a El Escorial, que había sido entregado a la Provincia de Filipinas el año anterior. Impartió clases en el colegio Alfonso XII, estudiando en la universidad Central de Madrid la carrera de Ciencias Físico-Matemáticas, de la cual se doctoró en 1892 en la especialidad de Astronomía con una tesis cuyo título era “La atracción universal”. Se fundó la universidad María Cristina y el P. Ángel Rodríguez de Prada pasó como profesor de la misma.
Al crearse la nueva Provincia Matritense en 1895 se afilió a ella y fue nombrado definidor. Fue destinado Guernica en 1896, donde se estaba construyendo un nuevo colegio. Con la ayuda de la Diputación de Guipúzcoa instaló un observatorio meteorológico, de gran ayuda para la formación de sus alumnos, muchos de ellos hijos de marinos, siendo muy apreciados sus conocimientos. En ese tiempo escribió artículos para la Revista Agustiniana y La Ciudad de Dios donde exponía y divulgaba sus amplios saberes.
En 1898 el Papa León XIII le nombró director del Observatorio del Vaticano. Allí permaneció siete años, hasta la muerte del pontífice en que renunció al cargo en 1905. Desde ese puesto publicó muchos trabajos científicos que le hicieron ser reconocido por la sociedad científica y las universidades de varios países por sus teorías sobre la previsión del tiempo, eclipses, tablas, etc., y otros fenómenos meteorológicos. Inventó un sistema para evitar el choque de trenes y publicó varios libros. En ese tiempo prologó el libro de su hermano José, misionero en Filipinas, titulado “Memorias de un prisionero durante la revolución filipina”, y con el que mantuvo una frecuente correspondencia epistolar.
Estando ya en España, el Prior General le eligió para ocupar el cargo de Comisario general de los agustinos de Polonia en 1910, residiendo en Cracovia en condiciones difíciles por la coyuntura política que atravesaba el país. Por sus trabajos y prestigio fue nombrado miembro de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. Elegido miembro de la Sociedad Astronómica Francesa de 1893. Volvió a El Escorial en 1913 y tres años después fue enviado a Guernica como director del colegio y en 1919 publicó un artículo titulado “El clima de Vizcaya”. Completado el cuatrienio residió en la casa de Portugalete un año, ya que en 1920 fue enviado como capellán de las monjas de Aldaz, en la montaña navarra.
Permanecerá quince años en el monasterio, hasta su muerte en 1935. El siempre recordó su lugar de nacimiento de Sanabria y a sus padres que le dieron la vida, y asimismo su llegada al colegio seminario de Valladolid, donde nació para la vida religiosa y donde años después desempeñó la cátedra de Ciencias Naturales, esclarecida en otro tiempo por el saber y la elocuencia del P. Cámara. En sus años de retiro del mundo en Aldaz se dedicará al campo de la espiritualidad y la historia agustiniana, publicando varias biografías de religiosas de ese convento y de otros que vivieron con fama de siervas de Dios.
Fr. Ricardo Paniagua