LA FRATERNIDAD, LUGAR DE EVANGELIZACIÓN, PRIMERA MISIÓN Y RADICAL APOSTOLADO.
El individualismo es la gran tentación y el gran problema también hoy; se infiltra en nuestras vidas sin darnos cuenta y destroza toda la posibilidad de crear la comunidad, por eso es necesario estar muy atentos a las actitudes individualistas y egocéntricas.
Desde este punto de vista, el apostolado hacia fuera no será otra cosa que la necesidad experimentada de transmitir a los demás las riquezas que tenemos.
No comunicar a los demás esas riquezas que hemos adquirido o se nos han dado, es condenarse a perderlas, porque el ser agradecidos, como nos dirá Agustín, lleva consigo transmitir a otros la misma vida que tú has recibido gratis y que sólo se alimenta si se transmite: "Si manifiestas tu vida para que te aproveche a ti y no a otros, te manifiestas a ti mismo, no a Dios. Por el contrario, si manifiestas de tal modo tu vida que induces a otros a recibir la vida que tu recibiste, manifiestas tu vida a Aquel de quien la recibiste y tendrás una gran recompensa, porque no fuiste desagradecido por haberla recibido" (Comentarios a los Salmos 55, 14).
En el oasis de fraternidad, donde se ha superado todo individualismo y las personas se ayudan mutuamente, es donde se comparten sentimientos e ideas, victorias y derrotas, esperanzas y desilusiones: "No quiero yo sólo engrandecer al Señor; no quiero yo únicamente amarle; no quiero entregarme yo solo a Él, pues no temo que, si yo soy abrazado por El, no pueda echar a otro las manos. Tanta es la amplitud de la Sabiduría de Dios, que todas las almas pueden ser abrazadas y gozar" (Comentarios a los Salmos 33, s.2, 6).
La necesidad mayor es comunicar a otros la experiencia del propio encuentro con Dios, es decir, necesidad interior de gritar a todos la alegría del propio encuentro con Cristo, para animarle a que también el otro haga la misma experiencia, o mejor, para que juntos vuelvan a experimentar ese encuentro que plenifica, que transforma toda la vida, sólo así la adhesión a la llamada de Cristo será plena: "Llama gozo pleno al que hay en esta sociedad, en esta caridad, en esta unidad" (Comentario a la Carta de Juan 1, 3).
Por eso Agustín dice: "Amad a todos los hombres, incluso a vuestros enemigos, no porque algunos ya sean hermanos, sino para que los que no lo son lo sean. Arded siempre con amor fraterno, ya para con el que es hermano, ya para con el enemigo, a fin de que amándole se haga hermano. Siempre amáis al hermano, amáis al amigo. Ya está contigo, ya está unido a ti en la unidad católica. Si vives bien, amas al que de enemigo se convirtió en hermano... Luego todo nuestro amor fraterno se encamina hacia los hermanos, hacia todos los miembros de Cristo" (Comentario a la Carta de Juan 10, 7-8).
Se tratará de ser trasmisores de lo que hemos recibido gratis y de ser fieles al principio general que Agustín siempre defendió: pensar en los demás.
De estamanera, Agustín recomendaba a sus fieles que no se diesen reposo, que no descansen hasta que ganasen a todos para Cristo: "Si eres frío e indolente, no miras más que a ti mismo y con esto estás contento, y llegas hasta hablar así en tu corazón: ¿Qué tengo yo que ver con los pecados ajenos? Tengo bastante con mi alma, y ojalá que la conserve incólume para Dios. ¡Vamos!, te digo yo, ¿no se te viene a las mientes el siervo aquel que escondía el talento y que no quiso negociar con él? ¿Se le condenó acaso por haberlo perdido y no por haberlo guardado sin fructificar? Entenderlo, pues, hermanos míos, de tal forma que no os deje descansar. Os voy a dar un consejo, mejor dicho, que os lo dé el que está dentro, porque, aunque os lo dé por mí, Él es el que lo da. Sabéis lo que cada uno de vosotros tiene que hacer en su casa con el amigo, con el inquilino, con su cliente, con el mayor y con el menor. Pues bien, en la medida que os da Dios acceso, en la medida que os abre la puerta con su palabra, en esa medida no os deis momento de reposo por ganarlos para Cristo, ya que vosotros habéis sido ganados por Cristo" (Comentario a Juan 10, 9).
La vida apostólica tiene su raíz en la doctrina del Cuerpo Místico; mientras unos trabajan en la viña del Señor, estos mismos reposan en la caridad de los que moran en el monasterio (cfr. Carta 48).
Todos cooperamos a la edificación del Cuerpo de Cristo, del Cristo Total, pero cada uno en su puesto y todos desde el propio ser: "El que formó uno a uno sus corazones. Por el poder de su gracia, por la obra de su misericordia, formó los corazones, modeló nuestros corazones, los formó uno a uno, dándonos un corazón particular sin que rompiesen la unidad. Como todos los miembros se han formado en particular y tienen peculiar operación, y, no obstante, viven en la unidad del cuerpo, y como acontece que ejecuta la mano lo que no hace el ojo, y el oído sirve para lo que no sirve el ojo ni la mano, y, con todo, trabajan todos ellos en unidad, a pesar de que la mano, el ojo y el oído ejecutan cosas diversas, no oponiéndose entre sí; del mismo modo, en el cuerpo de Cristo, cada hombre de por sí goza como miembro particular de sus propios dones, porque Aquel que eligió para sí el pueblo en heredad formó sus corazones uno a uno... Como en nuestros miembros hay obras diversas, y una es la salud, así en todos los miembros de Cristo existen dones distintos, pero un solo amor. El que formó uno a uno los corazones de los hombres" (Comentario al salmo 32, 2, s.2, 21).
Santiago Sierra, OSA