Píldoras de San Agustín

Escrito el 15/07/2024
Agustinos


 

¡Hola, qué tal, cómo estás!

La semana pasada estuvimos viendo cómo para orar no es necesario decir muchas palabras, ni hacerlo necesariamente en una iglesia. Se puede rezar viviendo en la presencia de Dios desde y con el corazón, allí donde nos encontremos en cada momento.

Y, ahora, muchos nos encontramos de vacaciones en el pueblo de nuestros padres o abuelos, en la playa, la montaña, o donde vivimos habitualmente paseando por la calle, el parque.

En todos estos lugares podemos estar cerca de Dios, sintonizar nuestro corazón con el suyo. Quién puede negar que un amanecer o atardecer frente al mar; un paseo rodeado de árboles, de los cantos de los pájaros; una caminata por los campos recién cosechados o a punto de serlo, no son lugares y momentos especiales, profundos, plenos.  

De hecho, muchas veces en estas situaciones decimos “esto es como estar en el cielo” “qué paz, qué tranquilidad se respira aquí”, “me gustaría estar siempre en esta sintonía conmigo mismo, con la naturaleza, con aquello que me supera y sobrepasa, pero que me llena”. Son, como nos dice Agustín, momentos para orar:

“Haz que la deseemos continuamente y que oremos continuamente. Pero a ciertas horas debemos liberar nuestra mente de otros problemas y preocupaciones, en las que el mismo deseo se enfría en alguna manera, y dedicarnos a la obra de la oración”

(Sermones 130, 3)

Oración:

“Señor, haz que te busque orando y te ore buscándote. Nos has sido predicado. Mi fe te ruega, la fe que me has dado e inspirado en mí por medio de la Encarnación de tu Hijo y por el misterio de tu anunciador”

(Confesiones 1, 11)