Domingo XXVI del Tiempo Ordinario

Escrito el 29/09/2024
Agustinos


Texto:  Miguel G. de la Lastra, OSA
Música: K. Mc Leod. A very brady special

En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».

Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”, al fuego que no se apaga.

Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna.”

Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

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Meter la pata

Jesús inicia el camino hacia Jerusalén acompañado por sus discípulos más cercanos. Ellos esperan que es un camino de triunfo y del éxito, por lo tanto, piensan que los que le acompañan van a ocupar los primeros puestos. Y, precisamente, eso era lo que discutían por el camino, pues todos buscan los honores y los primeros puestos, por eso ante la pregunta de Jesús se callan como muertos, pues se dan cuenta que no estaban de acuerdo con lo que Jesús pensaba y enseñaba.

El Evangelio nos dice que Jesús se sienta, es decir, les quiere enseñar algo que no deben olvidar. En primer lugar, quien quiera ser el primero que sea el último de todos, el servidor de todos. El discípulo de Jesús no busca rangos, honores, ambiciones, no quiere estar sobre los demás, sino ponerse en el último lugar. Y desde ahí, ser como Jesús servidor de todos. Segundo, Jesús utiliza un gesto significativo, coge un niño y lo abraza y les dice: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí”. Los niños en aquella época gozaban de poca consideración, eran utilizados por los mayores. Los niños estaban en la escala más baja de los que se dedicaban a servir. Jesús les dice que el que prefiera a este niño, me está prefiriendo a mí, el que sirve de verdad.

En fin, aunque somos mayores tenemos que seguir aprendiendo y nada menos que de los niños. Aprender a ser alegres y confiados, y así, poder ver el mundo sin preocupaciones, de una manera más limpia, más bella. Recuperemos la ingenuidad, la sencillez y la humildad, éste es el camino que nos propone el Evangelio para seguir a Jesús hasta el final.