Domingo II Cuaresma

Escrito el 25/02/2024
Agustinos


Texto: Javier Antolín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía qué decir, pues estaban asustados.

Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

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Dios continúa amando y escucahndo a sus hijos

Estamos en el segundo domingo de cuaresma y se nos invita al igual que a Pedro, Santiago y Juan a subir a la montaña con Jesús. No vamos solos en nuestro camino, sino que es Jesús quien nos acompaña. Conviene que actualicemos este Evangelio. Todos nosotros en nuestra vida necesitamos experiencias como la que se nos describe, que podemos llamar de Tabor, de gozo, de plenitud, de salvación. El camino de la cuaresma termina en la Pascua, pero no se puede anticipar el final, sino que hemos de recorrer todo el camino, pero los discípulos, al igual que nosotros, necesitamos momentos de trasfiguración para encontrar la fuerza necesaria para bajar del monte y afrontar la vida de cada día con paz y alegría. El encuentro con Dios nos ayuda a vivir la vida cotidiana desde la experiencia de sentirnos y sabernos amados por Dios.

Tenemos también que exclamar junto con Pedro: “¡Qué bien se está aquí¡” conviene que nos detengamos y saboreemos esa vivencia, estamos realmente a gusto en nuestro encuentro con Dios, podemos realmente decir que estamos bien, y no solamente decírnoslo a nosotros, sino comunicárselo a otras personas que nos encontramos bien en la oración, es decir, vivimos con gozo nuestra relación con Dios y no podemos por menos que comunicar esa misma alegría.

En el monte también hemos escuchado la voz del Padre: “Este es mi Hijo, el amado, escuchadlo”. Aquí ya tenemos algo para interrogarnos. ¿Escuchamos con atención lo que nos dice el Hijo? ¿Dedicamos tiempo a la escucha de la Palabra? ¿Nos dejamos interpelar por los acontecimientos diarios donde también nos está hablando?

Dios continúa amando y escuchando a todos sus hijos.