Miércoles XI Tiempo Ordinario

Escrito el 21/06/2023
Agustinos


Texto: Ángel Andújar, OSA
Música: Autum Prelude

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».


No seáiss como los hipócritas

El Evangelio nos pone en alerta ante la hipocresía de una religiosidad formalista, de ritos y acciones que no tienen una correspondencia con lo que realmente la persona vive y siente. Hoy nos encontramos ante el texto que se lee el Miércoles de ceniza, con el que la Iglesia inaugura la Cuaresma. Aunque esas fechas nos queden ahora muy lejos, el texto sigue siendo igual de sugerente. Jesús nos muestra algunas pistas para el camino, desde tres grandes ejes de nuestra vida de fe, que tienen mucho que ver con nuestras diversas relaciones:

  • La limosna, que nos habla de la relación con los demás, especialmente con los pobres, y la invitación a ser don, promoviendo la atención al hermano en sus necesidades y la disposición a compartir con él la vida, tal y como Dios nos ha enseñado en Jesús.
  • La oración, que nos habla de la relación con Dios, promoviendo la sincera experiencia interior, la práctica de la escucha y la acogida de la presencia el Espíritu de Dios en nosotros.
  • El ayuno, que nos habla de la relación con uno mismo, buscando la autenticidad que nos haga vivir siendo sinceros con lo que somos y vivimos, buscando solo lo que es verdaderamente necesario y desprendiéndonos de tantas cosas que ocupan sin deberlo el centro de nuestra vida.

En todo esto, es esencial no quedarnos en lo superficial: unas relaciones auténticas (con los demás, con Dios y con uno mismo) exigen dejar de lado la pura imagen, el cumplimiento o la aprobación externa y buscar la sinceridad de corazón. Descubrir la pura gratuidad del amor de Dios, en quien no caben ni méritos ni recompensas, nos abre a otro modo de darnos, a otro modo de orar y a otro modo de relacionarnos con los bienes materiales, sin necesidad de exhibir ante nadie nada de lo que hacemos. Entonces sí, seremos capaces de practicar la justicia “en lo secreto”, alejados de toda tentación de vanagloria.