Texto: Javier Antolín , OSA
Música: Crying in my beer. Audionautix
En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano».
La extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.
No hay separación entre el amor a Dios y al prójimo
En varias ocasiones en los Evangelios se menciona que Jesús tenía la costumbre de ir los sábados a la sinagoga. Seguramente es algo que ha aprendido desde pequeño y aunque ahora ya ha comenzado su misión de anunciar la buena noticia sigue acudiendo los sábados, como un fiel judío, al lugar de la oración y la enseñanza. En esta ocasión se encuentra con un hombre que tiene una mano paralizada, pero los fariseos le estaban observando a ver si curaba en sábado, que estaba prohibido por la ley.
Jesús entiende que es bueno ir a la sinagoga, pero al mismo tiempo considera que hay que hacer el bien todos los días incluidos los sábados. Jesús presenta una imagen de Dios que está dispuesto siempre a ayudar, no hay separación entre el amor a Dios y al prójimo, como hemos escuchado hace unas semanas, no podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos si no amamos al prójimo a quien vemos. Un fiel devoto puede ir a la sinagoga y allí mismo en ese espacio de oración tiene que poner en práctica lo que significa la verdadera religión, amar a Dios en el prójimo.
A veces vivimos como paralizados no somos capaces de actuar para hacer el bien, por algunos prejuicios, costumbres, leyes, miedos, etc. El hacer el bien siempre tiene que ir por delante y no se puede postergar. El ejemplo del Evangelio de hoy es patente. El hombre tiene una mano paralizada, pero los fariseos intentan frenar a Jesús, pero él ha sido enviado a liberar y sanar, por eso, al curar al hombre con la mano paralizada, aunque sea en sábado pone por delante el amor a cualquier tipo de regulación humana. Al final, comprobamos que los que están realmente paralizados son los fariseos pues su fidelidad a la letra de la ley les impide hacer el bien.