Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

Escrito el 03/11/2024
Agustinos


Texto:  Miguel G. de la Lastra, OSA
Música: K. Mc Leod. A very brady special

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Amar la vida de los otros como se ama la propia vida

Jesús sigue con sus discípulos el camino hacia Jerusalén y al salir de Jericó se encuentra con un ciego llamado Bartimeo que está pidiendo al borde del camino. Al enterarse que pasa Jesús comienza a gritar con fuerza: “Jesús, ten compasión de mi”, no tiene ningún complejo, quiere encontrarse con Jesús y por eso aunque le dicen que se calle gritaba más. Jesús le llama: “ánimo, levántate que te llama”, aunque está ciego, soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.  Es un encuentro entrañable, reconoce su situación precaria, pues no puede vivir sin mendigar, pero lo que realmente quiere es ver, recobrar la vista. Pide luz para poder ver y se convierte en modelo de discípulo, ya que comienza a seguir a Jesús por el camino.

La escena descrita se puede aplicar a nuestra vida, darnos cuenta de nuestra ceguera, aquello que nos impide seguir a Jesús, podemos también admirar la confianza y fe de Bartimeo, pues pide a gritos lo que necesita, no sé si nosotros deseamos ver, si pedimos ver con esa insistencia y confianza. Que es lo que en verdad anhelamos o pedimos ante la pregunta del Maestro ¿Qué quieres que haga por ti? Estamos dispuestos a dejar nuestro manto, nuestras comodidades y saltar para encontrarnos con Jesús. El encuentro con Jesús no solo le devuelve la vista, sino que le cambia la vida, ya no puede seguir mendigando, tiene que caminar siguiendo la luz que ha descubierto. La fe nos presenta un nuevo camino, una nueva aventura ¿estamos dispuestos a emprender nuevos caminos, nuevas rutas? O, preferimos seguir tranquilos, sentados al borde del camino y ciegos ante el paso de la vida.