Domingo XIV del Tiempo Ordinario

Escrito el 07/07/2024
Agustinos


Texto:  José María Martín, OSA
Música: Child dreams.  Keys of moon

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando

Profetas de la esperanza

Ningún profeta es bien recibido en su tierra. El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret. En ella están los hombres religiosos de su pueblo, los hombres que van allí porque quieren saber, porque quieren relacionarse con Dios, porque son “practicantes”. La reacción que presenta Marcos tiene un cierto tono de insulto. Cuando un semita recuerda sólo a la madre de un hombre, y no al padre, intenta ofenderlo, como un hombre insignificante sin pasado ni porvenir.

No pudo hacer allí ningún milagro. El milagro se encuentra principalmente en la interpretación de un hecho como acción salvadora de Dios. Sin la fe de los testigos de una curación no puede haber milagro. En este caso, los actos de Jesús no fueron "leídos" desde una óptica de fe, y el milagro no fue posible. Hay que leer detenidamente el Evangelio y llegaremos a una conclusión no precisamente feliz: todos los defectos que Cristo encontró en los hombres religiosos de su época, y que los evangelistas recogieron cuidadosamente para "enseñanza de la posteridad", los hemos copiado también hoy.

Los paisanos de Jesús no creyeron en El, le rechazaron porque conocían muy bien a sus parientes…Nosotros rechazamos a la iglesia de Jesús porque conocemos muy bien sus pecados… Mucha gente se aparta de Dios y vive en la indiferencia, como si Dios no existiera. No podemos quedarnos en lo negativo. Jesús nos pide que confiemos en El.  Hemos de recuperar nuestro sentido profético.

Necesitamos personas, con experiencia de Dios, que vayan abriendo camino y que nos den fuerzas para caminar. También nosotros debemos ser profetas, consagrados como tales en nuestro Bautismo. Ser profeta es anunciar la Palabra de Dios.  Hoy hacen falta profetas que testimonien con su vida la verdad del Evangelio. No basta admirar a Jesús, hay que creer en Él. Y creer es seguirle y seguirle es transformarse en Jesús. Hemos de recuperar nuestro sentido profético, necesitamos personas que vayan abriendo camino y que nos den fuerza para caminar, profetas de la esperanza. No admires, cree. No critiques, edifica. No busques, ama.