Sabías que…

Escrito el 19/07/2024
Agustinos


 

"Repartiendo el pan de la Palabra (I)"

Una de las tareas principales de todo obispo en la Iglesia antigua es la predicación. Por eso, también Agustín se siente, ante todo, un enviado para difundir la palabra de Dios. De ahí que hayan llegado a nosotros cerca del millar de piezas de predicación salidas de su boca.

Y, esto, solamente es una octava parte de cuanto en realidad predicó. Hay que pensar que él ejerce esta actividad siendo sacerdote, y luego sigue con ella en su etapa de obispo.

Con la predicación, Agustín no busca hacer un elegante y bello discurso que merezca el aplauso de sus oyentes, sino que lo que quiere es enseñar e instruir a los que van a escucharle. Porque, mayoritariamente, el público al que él se dirige no sabe leer y, la manera que tienen para aprender, para avanzar en la fe, es escuchando a quien les habla.

El obispo de Hipona, al predicar, no solo quiere enseñar, sino también mover los corazones, que sus oyentes vivan de acuerdo con la palabra de Dios que les anuncia. Agustín les recalca machaconamente que cumplan los preceptos del Señor, que sean cristianos de verdad.

Y, además de enseñar y mover, Agustín quiere agradar. Sí, agradar para conseguir enseñar bien y mover a la acción. Para esto, el obispo de Hipona tiene muchos recursos. Sabe ser ameno, atrayente, agradable, conoce como captar la atención de los oyentes.

De ahí que el lenguaje que utiliza Agustín es siempre vivo, reiterativo, más bien sencillo, juega con las palabras, utiliza las comparaciones. No le importa emplear términos vulgares o inclusos formas gramaticales incorrectas si con ello la gente le entiende mejor. De hecho, nada tiene de extraño que la gente se pase a veces dos horas o más de pie, según la costumbre de aquella época, pendiente de sus palabras.

Como se puede ver, el obispo de Hipona es un atrayente predicador, por eso seguiremos hablando de esta faceta suya en nuestro próximo espacio de “Sabías que…”