Hace falta vino

Publicado el 21/01/2025
Agustinos


Texto: Pablo Tirado, OSA
Música: Bensouncute

El recordatorio que tenemos como referente del Evangelio del domingo de esta semana es que, a menudo, en el “banquete de la vida”, nos falta vino. No deja de resultar curiosa la invitación que Jesús hace en su primera manifestación de su vida pública. Podría haber recomendado rezar mucho, asistir más al Templo, cumplir con los preceptos de las tablas de la ley, pero, al inicio de su ministerio, se presenta en una celebración “mundana”, para hacernos 3 invitaciones de cómo vivir.

En primer lugar, nos da qué pensar vernos en nuestro día a día, metidos -da igual- entre diversiones y preocupaciones. Pero aun ciñéndonos en los momentos de diversión, de entretenimiento, de celebración… ¿quién fija su mirada en las necesidades de los demás? Nuestra mirada no está educada para salir por un momento de lo que yo vivo, experimento, deseo, me preocupa y pensar en qué puede necesitar el que me rodea. La mirada de María es la que nos recuerda que, en cualquier circunstancia de la vida, debemos abandonar el cierre en nuestros egos y preocuparnos de qué falta a cuantos viven a nuestro alrededor.

Más aún; Jesús y su presencia en una boda, nos provoca a vivir con alegría. Por una parte, su sola presencia en un acontecimiento social de carácter festivo, implica una especie de “bendición” sobre la alegría humana. Pero, por otra, nos debería hacer reflexionar que la alegría es algo vocacional y, por eso, debe ejercitarse, no sale siempre de manera espontánea. Y es que deberíamos caer en la cuenta de que compartimos vida, sí, pero ¿qué tipo de vida? El agua es el símbolo de la vida y, en ocasiones, simplemente compartimos estricta biología, vida aguada, sin matices. Ser vino implica compartir alegría; al igual que cuando Jesús se hizo presente, la vida se llenó de júbilo y gozo, nuestras presencias como cristianos deberían implicar hacer una vida más feliz.

Por último, el carácter reparador. La conversión del agua en vino es el símbolo de la acción transformadora de Jesús. Vivir la alegría y compartirla ya es un avance, pero podría suponer un mero hecho superficial que mejor suscitaría un monologuista de humor. El fondo de la alegría del Evangelio es la capacidad de  transformar en gozo, vida y alegría las preocupaciones de los demás.

Por eso, es necesario unir en una secuencia las 3 invitaciones que Jesús nos propone: captar las necesidades cotidianas de los que nos rodean, compartir la alegría en medio de ellas y transformar, convertir, por ello la vida dura y dolorosa en alivio, gozo, júbilo.