El videojuego de la santidad

Publicado el 26/09/2023
Enrique Infante

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Texto:  Enrique Infante
Música:  Bensound cute

El video juego de la santidad

Hay una teoría en el marketing moderno que se fija en los videojuegos para aprender de ellos en los procesos de compra. Se llama “gamificación” porque no hemos encontrado una palabra en castellano como Dios manda. Para definirlo muy rápido diremos que intenta aplicar a los procesos de compra los itinerarios y comportamientos que tenemos cuando queremos superar con éxito un videojuego.
A lo mejor te estalla la cabeza si te digo que también podemos fijarnos en los videojuegos para hacernos santos. 
Imaginemos cómo nuestra vida espiritual se parece mucho a algunos videojuegos: nuestro personaje sabe que tiene una meta final, pero para poder conseguirla tiene que ir superando pantallas llenas de obstáculos. Para avanzar no basta con andar hacia delante, sino que debemos ir abriendo pequeñas puertas, activar determinadas pistas, desbloquear armas y poderes, conseguir alimentos, recopilar vidas extras… y todo eso lo haremos localizando una serie de iconos que hacen un ruidito agradable cuando las incorporamos a nuestras mochilas digitales. 
Cuantas más “armas” tengamos recopiladas, mayor fuerza tendremos para pelear con el monstruo que aparece, o correremos más rápido escapando de los malos, o daremos unos saltos increíbles que nos permitirán pasar con éxito las pantallas más complicadas. En definitiva, tendremos más posibilidades de superar cada pantalla y llegar hasta la meta final.
Te invito a que las localices durante unos días esos iconos en tu vida real; esas “armas” y “poderes” de santidad que nos rodean en todo momento. Porque están ahí, en las pantallas en las que jugamos la vida real. No tienen forma de cofre, ni de diamante, ni de botellitas con pócimas de colores. 
No, no; no tienen formas divertidas, ni colores brillantes, ni hacen ruiditos. Tienen más bien forma de amigo tristón, de madre deseando que le llamemos, de jefe con cara de vinagre, de despertador que siempre suena antes de tiempo, de compañero más pesado que una vaca en brazos, de hijo al que no le da la gana entendernos, de informe que nos da una pereza de muerte, de examen que no hay por dónde agarrar… Cada vez que los encontramos y los superamos nuestro personaje se hace más grande y más fuerte.

Localicemos esos iconos y llenemos nuestra mochila de “microsantificaciones” cada día, que la pantalla final de la aventura nos compensará con creces. Tiene forma de Cielo. No se me ocurre un premio mejor.