TÚ, MI ESPERANZA
Tú, Señor…
mi esperanza desde mi juventud,
¿dónde estabas para mí?;
¿dónde te escondías?
Acaso no me creaste Tú
y quisiste que fuera diferente a los animales,
y me dotaste de inteligencia,
más que a las aves del cielo?
Caminaba en tinieblas
y por las calles resbaladizas;
te buscaba fuera de mí
y no encontraba al Dios de mi corazón.
Había tocado también el fondo del mar,
ya no tenía más fe
y perdí toda esperanza de encontrar la verdad.
Ya me había alcanzado mi madre, quien,
fortalecida en su fe,
me había seguido por mar y tierra,
confiando en mí aún en medio de peligros.
En los momentos difíciles de la travesía,
era ella la que animaba
incluso a los marineros,
los cuales de por sí,
son los que confortan a los viajeros inexpertos
en medio de ancho mar
cuando los asalta el miedo:
prometiéndoles llegar sanos y salvos,
tal como Tú se lo prometiste en una visión.
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San Agustín. Conf. VI. 1.1.