El sol desapareció por completo del cielo. Empezó a llover con tanta fuerza, con tanta fuerza llovió, que el agua inundó y arrasó por completo la Tierra.
Se escuchó un ruido atronador y los animales, las personas y todo tipo de enseres, aparecieron en unos minutos flotando por el agua, haciendo que en la tierra reinara un verdadero caos.
Pero hubo algo que sobrevivió a tanta desgracia y calamidad: la esperanza.
La esperanza fue la única que no se dejó vencer por la desolación, y empezó a buscar la manera de salir de allí con vida.
Les dijo a las personas que se agarraran a tablones y ramas de los árboles y les gritó, animándolas, para que sacaran las fuerzas que ya no tenían.
- ¡Aquí, venid aquí! - motivaba e indicaba llevándolas a los lugares más seguros.
En medio de la tristeza y la desolación, la esperanza llamó a la solidaridad, que cuidó de los niños perdidos, ancianos y animales desvalidos.
Más adelante, apareció la experiencia y, como no era la primera vez que vivía algo tan duro, supo indicar a todos lo que debían hacer, y dónde debían dirigirse para ponerse a salvo.
Poco a poco, la solidaridad y la experiencia fueron venciendo al caos y la desolación, y aunque todos estaban muy tristes, lograron vislumbrar un rayo de sol gracias a la esperanza.