Orando con San Agustín

Agustinos


 

“Te agrada el camino de los malos porque es ancho y muchos andan por él; ves su anchura, pero no ves a dónde lleva. Pues su fin es el precipicio; su término es una profundidad infernal; los que se pasean alegres por él acaban hundiéndose en ella. Pero tú no puedes aguzar tu vista y ver este paradero. Cree al que ve. Y, ¿quién es el hombre que ve? Seguramente, ningún hombre; pero  el Señor vino a ti para que creyeras a Dios”.  (Enr. in ps. 145, 19).

Es tan fuerte el vendaval,

que me veo fuera del camino.

Intento asirme al viento,

mas no atino;

siento el roce entre mis dedos,

siento su tacto fino,

mas no acierta mi pulso

a hacerlo mío.

¿Realidad o fantasmas?

¡Veo corolas, estambres y pistilos,

mas, ¡maldita suerte mía,

voy a agarrarme a los espinos!

Sin asidero firme,

el vendaval terminará por sacarme del camino.

Debo gritar fuerte

o hablar conmigo mismo

y decirme, en mi alma

-aquí, bajito, bajito-:

“Planta cara al viento,

invoca al Rayo divino;

cambia de dirección,

dale a la vida sentido;

notarás que el corazón

pulsa con otro latido”.

             Nazario Lucas Alonso