SAN JUAN STONE

Agustinos


SAN JUAN STONE.  25 de Octubre

 Juan Stone fue un agustino inglés martirizado en Canterbury en 1539. El motivo de su muerte fue no reconocer a Enrique VIII como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. Así había proclamado por el parlamento inglés. La fidelidad al papa de Roma le llevó a la muerte.

Se encontraba en el convento agustiniano de Canterbury cuando el 14 de diciembre de 1538 llegó un emisario del rey En­rique VIII con la orden de cerrar la casa.

Los religiosos o juraban fideli­dad al rey, o huían fuera del país, o afrontaban el riesgo del encarcela­miento. El padre Juan Stone tomó la decisión de negarse a firmar el ju­ramento a la autoridad real. Algunos otros religiosos se sometieron por temor

Encarcelado, com­pareció ante Thomas Cromwell, consejero privado de Enrique VIII, pero nadie consiguió arrancarle la desobediencia a Roma. Se mantuvo firme en su convicción de que el rey “no podía ser cabeza de la Iglesia en In­glaterra, debiendo serlo un padre espiritual nombrado por Dios”, es de­cir, el papa.

En un primer momento, el papa Clemente VIII honró a Enrique VIII con el título de “Defensor de la fe” por sus escritos contra Lutero, pero las tensio­nes entre Londres y Roma estallaron por asuntos matrimoniales que determinaron el cisma entre la iglesia católica y la anglicana.

Condenado Juan Stone a sufrir la pena capital, fue ahorcado el 27 de diciembre de 1539 en una plaza de Canterbury. El papa León XIII lo bea­tificó en 1886 y Pablo VI lo canonizó el 25 de octubre de 1970 junto con otros treinta y nueve mártires ingleses. Pablo VI decía en la ceremonia de canonización de Juan Stone junto con un grupo de  mártires de Inglaterra y Gales: “Nuestro tiempo tiene necesidad de santos, especialmente del ejemplo de aquellos que han dado el supremo testimonio de su amor por Cristo y su Iglesia: «Ninguno tiene un amor más grande que aquel que da la vida por los propios amigos» (Jn 15, 31)…La Iglesia y el mundo de hoy tienen suma necesidad de estos hombres y mujeres, de toda condición y estado de vida, sacerdotes, religiosos y laicos, porque únicamente personas de una estatura y santidad así, serán capaces de cambiar el rostro atormentado de nuestro mundo y de conducirlo por los caminos de la paz deseada íntimamente, aunque no siempre de modo consciente,  por todo ser humano”.