SANTA MAGDALENA DE NAGASAKI

Agustinos


SANTA MAGDALENA DE NAGASAKI 

Magdalena, hija de fervientes cristianos, nació en las proximidades de Nagasaki (Japón) en 1611, ciudad tristemente famosa por el bombardeo atómico de 1945. Los padres y hermanos de Magdalena fueron martirizados por su fe católica cuando Magdalena era todavía muy joven.

En 1624 conoció a los beatos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, agustinos recoletos, y atraída por su espirituali­dad, se consagró a Dios como terciaria de su Orden. Los beatos le encomendaron la enseñanza del catecismo a los ni­ños y pedía limosnas a los comerciantes portugueses para socorrer a los pobres. Tuvo que refugiarse en 1628 con los agustinos recoletos y miles de cristianos en las montañas de Nagasaki. Allí siguió ejerciendo su apostolado, primero bajo la coordinación y animación de los dos religiosos recoletos y luego por iniciativa propia cuando fueron capturados ambos en noviembre de 1629.

Una vez martirizados los PP. Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, el 3 de septiembre de 1632, Magdalena se dedicó a animar a los cristianos que vivían ocultos en los montes. En 1634 se en­tregó a los jueces proclamándose cristiana. Su martirio causó gran impresión en la ciudad de Nagasaki.

Lejos de proteger su vida, quiso entregarla generosamente en sep­tiembre de 1634. Al ver que era una joven de poco más de veinte años, intentaron conquistarla con halagos que ella rechazó. La sometieron, entonces, a los peores suplicios. Durante trece días estuvo colgada boca abajo con medio cuerpo metido en un pozo, hasta que una intensa lluvia inundó la fosa y Magdalena pereció ahogada. Los verdugos quemaron su cuerpo y esparcieron las cenizas en el mar para que los cristianos no conservaran ninguna reliquia suya. Sus restos desaparecieron, pero, pasados los siglos, el juicio de Dios y de la Iglesia sobre su vida ganó para siempre la partida al olvido. 

Fue beatificada en 1981 y canonizada por el papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1987, coincidiendo con la Jornada Mundial de oración por las Misiones. Comentaba el papa: “Los nuevos santos hablan también hoy a todos los misioneros que, urgidos por el mandato de Cristo «id y enseñad a todas las gentes» (Mt 28, 19), 5), han salido por los caminos del mundo a anunciar la Buena Nueva de la salvación a todos los hombres, particularmente a los más necesitados”.