Santos Liberato, Bonifacio y compañeros mártires

Agustinos


En el siglo V, cuando la Orden de San Agustín inicia su andadura histórica, cuenta ya con un grupo de mártires. Liberato, Bonifacio y sus compañeros vivían en un monasterio situado en la zona centro–sur del actual Túnez. Podemos relacionar a todo el grupo con san Agustín porque la mayoría de los monasterios existentes en África del norte habían sido fundados por discípulos de san Agustín y porque el género de vida de los monjes refleja el pensamiento monástico agustiniano.

Fueron martirizados en Cartago durante el reinado de Hunerico que se mostró especialmente cruel con la Iglesia cerrando los templos y apresando a quienes vivían en los monasterios. Entre ellos, el grupo formado por el abad Liberato, el diácono Bonifacio, el subdiácono Rústico y los monjes Siervo, Rogato, Séptimo y Máximo. Conducidos a Cartago, Hunerico, rey de vándalos y alanos entre los años 477 y 484, hijo y sucesor de Genserico, los encarceló y torturó. Al más joven de todos, Máximo, le ofrecieron la libertad con la condición de que abandonara al grupo. Máximo replicó con decisión a los verdugos: “Nadie me separará de mis hermanos. Con ellos he vivido en el monasterio, con ellos deseo sufrir el martirio y con ellos creo alcanzaré la gloria futura”. Valiente y claro testimonio de fe de quien, a pesar de su juventud, profesaba un amor firme a la comunidad y quiso continuar unido a sus hermanos en el trance de la muerte. 

Los siete monjes fueron llevados a una barca, martirizados a golpe de remo y arrojados sus cuerpos al mar. Sus restos fueron inhumados en el monasterio de Bigua, contiguo a la basílica dedicada en Cartago a santa Celerina, una de las primeras cristianas mártir en África.

El 6 de junio de 1671 se concedió a la Orden de San Agustín la celebración litúrgica de estos siete mártires que dieron claro testimonio de unión fraterna y de fortaleza en la fe.