Pocos santos han calado tanto en la devoción del pueblo como Rita de Casia. Modelo de esposa, madre, viuda y religiosa. Nació en Roccaporena (Italia), a pocos kilómetros de Casia, el 22 de mayo de 1381 y murió el 22 de mayo de 1456 o, quizá, 1457. La fecha de su muerte es incierta.
A los dieciséis años se unió en matrimonio con Fernando Manzini y fueron padres de dos hijos varones. Contribuyó de forma decisiva a la conversión de su esposo. El odio generado por las luchas políticas entre grupos segó la vida de su marido. Supo perdonar a los asesinos, pero descubrió con dolor que sus hijos preparaban la venganza. Sin dudarlo un instante, manifestó a Dios en la oración que prefería verlos muertos a manchados de sangre homicida. Ambos hijos enfermaron y murieron muy jóvenes.
Rita – viuda y sin hijos – ingresó entonces en el monasterio agustiniano de santa María Magdalena de Casia, donde vivió cuarenta años sirviendo a Dios fielmente y a la comunidad con dedicación y generosidad exquisitas. Después de la experiencia trágica de la muerte de su esposo y la temprana muerte de sus hijos, siempre fue mujer de paz y reconciliación.
Con ocasión del Jubileo del año 2000, la urna con los restos de santa Rita fue trasladada en helicóptero a Roma. ¿Cuál es el mensaje que nos transmite esta santa?, se preguntaba Juan Pablo II ante los peregrinos devotos de Santa Rita llegados a Roma el sábado 20 de mayo del año 2000. El Papa respondía: “La santa de Casia es una de las numerosas mujeres cristianas que ‘han incidido significativamente tanto en la vida de la Iglesia como en la sociedad’ (Mulieris dignitatem, 27). Rita interpretó bien el ‘genio femenino’: lo vivió intensamente, tanto en la maternidad física como espiritual”.
Con motivo del VII Centenario del nacimiento de santa Rita, escribía el mismo papa Juan Pablo II que Rita es santa “no tanto por la fama de los prodigios que la devoción popular atribuye a la eficacia de su intercesión ante Dios omnipotente, cuanto por su sorprendente ‘normalidad’ en la vida cotidiana, vivida por ella como esposa y madre, después como viuda y, por fin, como monja agustina”.
Fue beatificada en 1628 por Urbano VIII y proclamada santa por León XIII el 24 de mayo de 1900. Su cuerpo se venera en el santuario agustiniano de Casia que es centro de peregrinaciones para gentes llegadas de diferentes países.