“Nosotros seremos hechos hijos de Dios por la gracia. Él era siempre hijo de Dios por naturaleza; nosotros alguna vez por nuestra conversión nos uniremos a Dios sin ser iguales a él; él, sin haberse jamás apartado, permanece igual a Dios. Nosotros seremos participantes de la vida eterna. Sólo él, aun encarnándose sin dejar de ser Dios, no tuvo jamás pecado alguno ni tomó carne de pecado. Pues lo que de nosotros tomó, o lo purificó antes de tomarlo o lo purificó en el acto mismo de tomarlo. Para este fin creó a la Virgen, a la que había de elegir para que le diese el ser en su seno; y ella no concibió por la ley del pecado o deseo de la concupiscencia, sino que mereció por su piedad y su fe que el santo germen fuese formado en sus entrañas”. (De la naturaleza de la gracia 36. 42).
Eres, Señor, de natural divino
y divinos nos haces con tu gracia;
tu encarnación fue divinal audacia:
nos llevas a Dios siendo tú el camino.
Humano te haces; como humano vives
encarnado en materia pecadora
que transformas en gracia sanadora
por la que al hombre en hermandad recibes.
Eligió el Padre una virgen doncella
para que te hicieses hombre en su seno;
no concibió con la ley del pecado,
no fue flor caduca de lirio o de heno;
fue siempre azucena muy blanca y bella
do germinó puro el Verbo encarnado.
Nazario Lucas Alonso