Píldoras de San Agustín

Escrito el 09/12/2024
Agustinos


 

Hola, qué tal, cómo estás.

Este fin de semana pasado ha sido un tiempo dedicado a la Virgen María. Así, el sábado, ha tenido lugar la apertura de la catedral gótica de París, Notre Dame (Nuestra Señora), dedicada a la Virgen María.

Y, el domingo, se ha celebrado la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, la Purísima, como se dice en otros lugares.

Esta calificación de la Virgen hace referencia a que nació pura, sin pecado original y, por lo tanto, el mal nunca estuvo presente en su vida, sino que siempre hizo el bien.  

Por eso, también se dice de ella que es la llena de Gracia, de la presencia de Dios. Esta presencia es tan profunda en María, que de su seno nació para este mundo Jesús de Nazaret, el Cristo de la fe, el Hijo de Dios.

De esta manera nos encontramos con María, la madre y también la discípula. Ella, como todas las madres, a su hijo le enseña, guía, anima, acompaña, consuela. A su vez, Jesús, como el Enmanuel, el Dios con nosotros, también hace lo mismo con su madre.

San Agustín nos indica algo de esta relación entre madre e hijo:

“El gobernaba con su poder a la madre a la cual estaba sujeta su infancia; y él nutría con la verdad a aquella de cuyo seno él se alimentaba. El que no ha renunciado a nacer como nosotros, pueda perfeccionar en nosotros sus dones. Nos haga hijos de Dios, él que por nuestro amor ha querido hacerse hombre”.  

 (Sermones 184, 3)

Oración

“Mi fe se dirige a ti Señor; una fe que tú has inspirado en mí por medio de la encarnación de tu Hijo, por medio del ministerio de tu anunciador”.

 (Confesiones 1, 1)