El P. Luis María Unamuno nació el 8 de septiembre de 1873 en Abadiano, pueblo cercano a Durango, en Vizcaya, y del que salieron varios agustinos. Ingresó en el colegio del los PP. Agustinos de Valladolid, donde hizo su primera profesión en 1891, y los votos solemnes en septiembre de 1894. Como era habitual en el colegio de Valladolid, antes de terminar sus estudios sacerdotales fue enviado a Filipinas, completando la formación sacerdotal y ordenado de presbítero en 1897.
Apenas pudo trabajar en la misión de las islas dos años, ya que en 1898 se produjo la revolución filipina y tuvo que volver a España en 1899. Al llegar a la península hizo el bachillerato y estudió Ciencias Naturales alcanzando el doctorado en la Universidad Central de Madrid. Desarrolló su labor educativa en algunos colegios que la Provincia de Filipinas había fundado desde 1900, trabajando en ellos muchos religiosos que se vieron obligados a salir de Filipinas, como fue en los de Llanes y Tapia de Casariego en Asturias.
Elegido definidor de la Provincia religiosa en 1918 permaneció en el cargo hasta 1922. Una vez terminado esa responsabilidad se le concedió permiso para trabajar en los hongos microscópicos en lo que se estaba especializando. Gracias a los contactos que le facilitó Don Romualdo González Fragoso se le vinculó a la Junta de Ampliación de Estudios en el curso 1818 – 1819. El año 1926 se celebró el capítulo de la Provincia de Filipinas en Valladolid y se decidió la creación de una nueva provincia llamada de España, cuya casa madre sería La Vid y en la que integró el P. Unamuno.
En 1927 se hizo cargo de la Sección de Micología del Real Jardín Botánico de Madrid y dirigió el laboratorio micológico, fijando su residencia en la casa de S. Manuel y S. Benito de Madrid. Sus trabajos se vieron interrumpidos por la Guerra Civil en España. Fue un tiempo de grandes penalidades, siendo detenido en cuatro ocasiones y buscando refugio en diversas casas, pudiendo salvar la vida gracias a la protección de amigos influyentes. Tras la guerra volvió al Jardín Botánico y prosiguió con sus investigaciones de Micología. Exploró varias zonas de España, incluida su tierra vasca y presentó en congresos los resultados de sus investigaciones. También colaboró con la Alta Comisaría de España en Marruecos, realizando dos campañas de herborización en el Protectorado.
Su fama como especialista en hongos microscópicos fue valorado por instituciones españolas y extranjeras. La Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Matemáticas le eligió académico de la misma y leyó el discurso de entrada en marzo de 1943, apenas unos meses antes de su fallecimiento, que fue el dos de octubre de 1943. Fue reconocido por la Real Sociedad Española de Historia Natural, la Asociación Española para el progreso de la Ciencia, la Societé Mycologique de París y otras más.
Comenta la Enciclopedia Vasca que muy pocos micólogos pudieron alcanzar lo que logró el agustino vizcaíno Luis María Unamuno, que contribuyó a una ampliación del conocimiento del campo de la microflora de la península, descubriendo más de 150 nuevas especies. Llegó a catalogar 109 especies de hongos en su provincia de Vizcaya, muchas de ellas desconocidas.
El P. Unamuno fue uno de los más prestigiosos científicos contemporáneos y el más fecundo de los micólogos españoles y publicó centenares de trabajos de investigación. Destaca la minuciosidad y constancia que caracterizó su obra investigadora. Participó en muchos congresos como ponente, especialmente los de Bilbao (1919), Oporto (1921), Salamanca (1923), Lisboa (1932) y Santiago de Compostela (1934). Al igual que otros científicos agustinos, supo compaginar su carisma religioso con la investigación científica.
Fr. Ricardo Paniagua