¡Hola, qué tal, cómo estás!
Este domingo pasado ha sido el día internacional de la alfabetización, declarado así por la ONU en el año 1967 y, el lema de la jornada ha sido: “Promover la educación multilingüe: La alfabetización para el entendimiento mutuo y la paz”.
Nos dice Manos Unidas, organización de ayuda para el desarrollo de la Iglesia Católica, que la alfabetización es el primer paso imprescindible para garantiza el derecho humano a la educación y, que este, es el requisito previo para conocer y tener acceso al resto de los derechos humanos.
Está claro que, cuando no se conocen, no se es consciente de los derechos humanos, algunos se aprovechan para no respetarlos. De ahí vienen la injusticia, desigualdad, discriminación, marginación, conflicto, violencia, guerra… y todos los demás males que se puedan añadir a esta lista.
San Agustín no conocía este concepto de derechos humanos ni empleaba esta terminología, pero si sabía de la maldad que hay en el ser humano y también de su bondad. Lo experimentaba en su propio ser y lo veía en el mundo que le rodeaba.
Así nos dice el obispo de Hipona:
“Algunos son en sí mismos operadores de paz, pues conquistan y sujetan a la razón todos los impulsos de su alma y doman sus instintos mundanos. Ellos mismos hacen reino de Dios; se gozan de la paz dada en la tierra a las personas de buena voluntad. Su vida es la de la persona perfectamente sabia”.
(Sobre el discurso de la montaña 1,2)
Oración:
“Señor, sea lo que sea que me des, es muy poco para mí. ¡Se mi heredad! Te amo con todo el corazón, alma y mente. Por mucho que valga lo que me das, no eres tú”.
(Sermones 334,3)