Sabías que…

Escrito el 06/09/2024
Agustinos


 

"Todo es Gracia (III)"

En estos últimos capítulos de nuestro apartado “Sabías que” hemos hablado de la disputa que tuvo San Agustín, en los últimos años de su vida, con la secta de los pelagianos.

Para estos, el primer hombre, Adán, solo dio un mal ejemplo a los hombres con su comportamiento en el paraíso terrenal. No ha transmitido un pecado original a los hombres y mujeres posteriores. Por su parte, Cristo es solamente alguien que vino a dar buenos ejemplos, pero no es necesario para la salvación del hombre, este puede hacerlo solo.

San Agustín, por el contrario, señala que el hombre llega a este mundo con el pecado original y, por lo tanto, su libertad queda recortada, limitada. No puede salvarse por sus propias fuerzas, por su voluntad.

De ahí nace la necesidad de que Cristo haya tenido que venir a la tierra para aportar la gracia que cure, sane y ayude al ser humano. Él brinda al hombre la fuerza que le impulsa a obrar el bien, a cumplir la ley de Dios.

Para el obispo de Hipona, el hombre y la mujer participan de la redención de Cristo por medio del bautismo, el cual cura la herida causada por Adán, pero no priva de la debilidad provocada por la herida.

De esta manera, a la curación le ha de seguir un largo período de convalecencia que, en el caso del ser humano, dura hasta el fin de la existencia terrena de cada uno. Por eso, durante esta etapa de la vida terrena, el ser humano necesita de los cuidados de Cristo médico. Sin su ayuda nada se puede hacer.

El obispo de Hipona llegó hasta el límite de sus fuerzas en la defensa de la gracia de Dios. Asistió a concilios, escribió cartas, hizo intervenir al obispo de Roma y, sobre todo, rebatió la doctrina de los pelagianos con numerosos escritos.

Agustín puso tanto empeño, dedicó tanto trabajo y empleó tantas horas en el estudio profundo de las Sagradas Escrituras y de la tradición cristiana, que con razón lleva el título de “doctor de la gracia”. Título que, de forma inseparable, va unido al de “doctor de la humildad”, porque ¿qué puede hacer el hombre sin la gracia de Dios?

Poco a poco va llegando el final de la vida del santo, por eso, en la próxima ocasión, le veremos ya en sus años de ancianidad.