El filosofar, tanto en su análisis como en su síntesis, en el fondo, tiende a la unidad, quiere la unidad. La razón no persigue otro fin que la unidad, en todo lo que hace, en todo su desarrollo persigue la unidad: "Yo, con un movimiento interior y oculto, puedo separar y unir lo que es objeto de las disciplinas, y esta fuerza se llama razón. Mas ¿qué ha de separarse, sino lo que parece uno y no lo es o no es tan uno como parece? Asimismo, ¿por qué ha de enlazarse una cosa, sino para unificarla cuanto sea posible? Luego, lo mismo al analizar que al sintetizar, busco la unidad, amo la unidad; mas cuando analizo la busco purificada; cuando sintetizo, la quiero íntegra. En aquella se prescinde de todo elemento extraño; en ésta se recoge todo lo que le es propio para lograr la unidad perfecta y total. La piedra, para ser piedra, tiene todas sus partes y toda su naturaleza coagulada en la unidad. ¿Qué es un árbol si no fuera uno? Y los miembros y las vísceras de cualquier animal y todas las partes de que se compone, si se desgarran en su unidad, no habrá animal. Los que se aman, ¿buscan otra cosa más que la unión? Y cuanto más se unen, son más amigos. El pueblo es un conjunto de ciudadanos para los cuales es peligrosa la disensión. ¿Y qué es disentir mas que no sentir una misma cosa? Con muchos soldados se forma un ejército; ¿y no es verdad que la multitud es tanto más invencible cuanto guarda mejor cohesión entre sí? Y esta cohesión en la unidad se llamó cuña, unión reforzada. ¿Qué busca también el amor, sino adherirse al que ama y, si es posible, fundirse con él? La grande fuerza del deleite proviene cabalmente de la mucha unión con que se traban entre sí los amantes. Y el dolor es pernicioso porque se empeña en desgarrar la unidad. Luego dañoso y peligroso es trabar unión con lo que puede separarse" (Del Orden 2,18,48).
Para Agustín, de hecho, ser y ser-uno, se identifican y todo ser es uno en la medida en que realiza la unidad. En todo, para Agustín, subyace la noción de unidad, creadora o creada. La unidad es el principio de todo y, si se nos permite decir, el fin al que tiende todo. Por tanto, no sólo hay una unidad o ser terminal, sino también una unidad o ser germinal, que es la potencia activa que produce el ser. El ser es en cuanto, de algún modo, realiza en sus entrañas la unidad, de tal manera que la unidad se convierte en medida del ser: "El orden, nos dirá Agustín, reduce a una cierta unidad lo que organiza. La esencia del ser es la unidad, y en la misma medida que es uno es ser; la obra de la unidad es producir la conveniencia y la concordia, por las que las cosas compuestas tendrán la medida de su ser; mientras que las cosas simples son por sí mismas, pues ellas son la unidad; las que no lo son imitan esta unidad por la concordia de sus partes, y la medida de su unión es la medida de su ser" (De las costumbres de los maniqueos 2,6,8).
Todas las cosas esconden como un "apetito de unidad", puesto que llevan como impresa en su interior la copia de esa unidad; así nos lo dice Agustín: "Yo volveré a preguntarle: ¿Y por qué son bellas? Y si lo veo titubeando, añadiré: ¿Será tal vez porque son partes semejantes entre sí y se enlazan y reducen a unidad y conveniencia? Y después de obtener este resultado, le preguntaré si la unidad, a que tienden evidentemente, la logran en verdad o yacen muy lejos de ella y, en cierto modo, débilmente la remedan. En el último caso, siendo esto así, digo, no cejaré hasta que responda dónde y con qué facultad intuye esa misma unidad; porque sin verla, ¿cómo podría saber qué imitan las formas de los cuerpos y cómo no le dan alcance? Ahora bien, cuando dice a los cuerpos: vosotros nada seríais sin la cohesión de vuestras partes con cierta unidad; pero, a la par, si fuerais la misma unidad, no seríais cuerpos" (De la verdadera religión 32,59-60).
En todos y cada uno de los seres podemos descubrir un principio positivo, principio de energía trófica, del que recibe todo el alimento para ser, que se llama unidad. Pero, a este principio, se le opone otro principio negativo, principio de energía catastrófica, que se llama vicio. Por el mero hecho de ser creadas, todas las cosas tienden a la nada, no tienen la razón de ser en sí mismas. El principio que les da el ser es la Unidad creadora. Y el principio que les mantiene en el ser es también Dios. Todos los seres son deficientes porque son mudables, dado que, para Agustín, "sólo es verdaderamente lo que permanece inmutable" (Confesiones 7,11,17), por tanto, el hecho de que las cosas sean mutables, cambien, nos demuestra que no poseen el ser en plenitud, sino que son mezcla de ser y de nada: "Siendo el Creador de todas las sustancias sumamente bueno, todas ellas son buenas; mas porque no son absoluta e inalterablemente buenas, como lo es su Creador, en ellas el bien puede admitir aumento y disminución. Mas cualquier menoscabo del bien ya es un mal, si bien, por mucho que disminuya, es necesario que permanezca siempre algo, porque, si dejara de ser sustancia, no existiría ya en modo alguno; pues una sustancia, cualquiera que sea, no puede perder el bien por el cual es sustancia sin que ella misma deje de existir... Cuando una sustancia se corrompe, esta corrupción es un mal, porque la priva de algún bien; pues si esto no fuese así, no la dañaría; es así que la daña, luego la despoja de algún bien" (Enquiridion 12,4).
Si las cosas son cambiantes, no permanecen siempre lo mismo, es porque tienen el ser prestado por el que las ha hecho, pero por el mero hecho de ser, las cosas son buenas: "¿Por qué desfallecen? Porque son mudables. ¿Por qué son mudables? Porque no poseen el ser perfecto. ¿Por qué no poseen la suma perfección del ser? Por ser inferiores al que las crió. ¿Quién las crió? El ser absolutamente perfecto. ¿Quién es Él? Dios, inmutable Trinidad, pues con infinita sabiduría las hizo y con suma benignidad las conserva. ¿Para qué las hizo? Para que fuesen. Todo ser, en cualquier grado que se halle, es bueno, porque el sumo Bien es el sumo Ser" (De la verdadera religión 18,35). Es más, "el Uno perfecto es principio de todo lo que tiene unidad, ora realice este concepto, ora no" (De la verdadera religión 34,64). Por otra parte, también en el campo estético, la unidad es una categoría fundamental y de primer orden, de hecho, Agustín afirma que la unidad es la forma de toda belleza posible: "Todo lo que decimos que es, lo decimos en cuanto permanece y en cuanto es uno, se sigue que la unidad es forma de cualquier hermosura" (Epístola 18,2).
Santiago Sierra, OSA