¡Hola, qué tal, cómo estás!
Este domingo ha finalizado en Madrid la Feria del Libro en su edición nº 83. Es un gran acontecimiento cultural que, durante quince días, congrega a muchas personas.
La gente, grandes y chicos, pasean entre los quioscos de las diferentes editoriales o tiendas de libros, las cuales exponen multitud de ejemplares de todo tipo, tamaño y temática.
El logro final es comprar el libro deseado y, si está su autor, que te escriba en el mismo una dedicatoria cariñosa y lo firme.
He de decir que, en los variados paseos que he dado por la Feria, no he visto a mucha gente parada en los stands con libros de temática religiosa. Y eso que en ellos se encuentra vida, perdón, misericordia, fe, esperanza, solidaridad, justicia, amor, presencia de Dios.
Diríamos que entre sus hojas se percibe algo nuevo, diferente, auténtico. Con su lectura pausada y constante, la mente, el corazón, el alma, crecen, se ensanchan, se llenan de algo indescriptible, espiritual, que les lleva a amar.
San Agustín lo expresa de la siguiente manera:
“Como excelente huésped, el Espíritu te encuentra vacío y te llena; te encuentra hambriento y sediento y te satisface abundantemente. Dios, el Espíritu Santo que viene de Dios, cuando entra en las personas, las atrae a su amor y al del prójimo. Pues él mismo es amor”
(Sermones 225, 4)
Oración:
“Permanece fiel al Señor con amor, para que tu vida pueda crecer en los últimos días. Mantente apegado a las fieles, grandes, seguras y eternas promesas de Dios y al indestructible e inefable don de su misericordia
(Carta 24 P,1)