"¿Dónde hallar los libros?"
Seguimos con la biografía de san Agustín, a quien hemos dejado el viernes pasado en Milán, como profesor de retórica y acudiendo a la catedral para escuchar al obispo Ambrosio. Aunque ha empezado a vivir desde la fe, cuando antes solo lo hacía desde la razón, las dudas sobre la fe cristiana todavía le invaden.
Hoy, vemos a Agustín con Alipio y Nebridio, con quienes le unen fuertes lazos de amistad, la misma que va a durar toda la vida. Juntos lamentan la situación de incertidumbre que les envuelve.
Agustín dice que los tres amigos son como “tres bocas hambrientas” que se transmiten mutuamente su hambre y se vuelven hacia Dios, esperando de Él un alimento más sólido del que les ofrece la duda en la que viven.
Por eso, en medio de las múltiples ocupaciones que tiene Agustín en Milán, una cosa ve con claridad: debe buscar tiempo para ocuparse de la salud del alma.
Entre tanto, sus amigos le dan vueltas a un plan. Piensan y determinan alejarse del mundanal ruido y vivir en la tranquilidad de un lugar retirado. Sueñan con vivir juntos, poniendo en común todo lo que puedan poseer. El grupo lo constituyen unos diez amigos.
Dicho proyecto de vida en común está bien definido por todos ellos, pero algunas de sus mujeres no están de acuerdo. Esto provoca que, lo que habían pensado, no lo lleven a cabo en ese momento. Habrá que esperar otras circunstancias para que sea realidad el proyecto de la vida en común.
Al mismo tiempo, a Agustín le insisten, sobre todo su madre Mónica, para que tome una esposa de manera formal. Pero, para poder hacer esto, tiene que abandonar a la mujer con la que ha convivido por unos catorce años y con la que tiene un hijo, Adeodato.
Es una dolorosa separación para Agustín pues la ama mucho, pero no puede continuar con ella, ya se ha apalabrado con otra que es del gusto de todos. De esta manera, Agustín se queda con Adeodato, y la mujer marcha definitivamente a África.
¡Ahora bien, de lo que pase después, hablaremos el próximo día!