"De nuevo en Tagaste"
Concluidos los estudios de retórica en Cartago, en el año 375, Agustín vuelve a su patria chica, Tagaste. Pero no vuelve solo. ¿Sabías que le acompañan su mujer y su hijo, su pertenencia a la secta de los maniqueos y su fe en la astrología? Pues sí.
Agustín, para ganar el pan de cada día para él y su familia, se dedica a la enseñanza, es profesor. Y ¿qué es lo que enseña? Pues Lo que había estudiado en Cartago con muy buenas notas. Es maestro de retórica, enseña el arte del bien hablar. Años después, siendo obispo, y recordando esta época de su vida, hace referencia a la retórica como “el arte de vencer con la palabra” o “el arte de engañar”.
En Tagaste, la faceta que Agustín sigue cultivando al máximo es la amistad, como había hecho en Cartago. Además, con su personalidad tan arrolladora consigue que muchos de sus amigos se hagan seguidores de la secta maniquea, a la que él pertenece.
Mientras tanto, su madre Mónica llora la muerte espiritual de su hijo Agustín, y no cesa de rezar para que deje la secta y regrese al seno de la Iglesia Católica. Esto para ella es una obsesión. La paz le llega al corazón cuando, en un sueño, escucha que le dicen que no se preocupe, que su hijo Agustín estará donde ella esté.
Por otra parte, Agustín conserva en Tagaste un amigo íntimo de la niñez. Ambos son de la misma edad y se hallan en la flor de la juventud, pero el amigo fallece al poco tiempo. Un gran dolor y angustia se apodera del corazón de Agustín.
Según sus palabras, “sólo el llanto le resultaba dulce, pues había tomado posesión del vacío que el amigo había dejado en los goces de mi corazón”. Agustín vive un profundo duelo por la muerte de su amigo del alma. Todo se le ha vuelto oscuro, nada le apetece, no encuentra sentido a la vida.
Ante esta situación, decide alejarse de Tagaste, buscar otro lugar que no le recuerde en todo momento a su amigo. Así, regresa a Cartago en el año 376.
Pero de esto, hablaremos el próximo día.