Historia y personajes

Escrito el 07/07/2022
Agustinos


El P. Pedro Martínez Vélez nació en Peñaranda de Duero, pueblo cercano al monasterio de La Vid, el 8 de octubre de 1869. El año 1885 entró en el noviciado de Valladolid y profesó al año siguiente en la festividad del beato Fr. Alonso de Orozco. Como era frecuente en la Provincia de Filipinas, fue enviado a las islas sin estar ordenado de sacerdote, a donde llegó en 1892 en la misión número 127 de las realizadas desde que comenzó la cristianización de las Islas Filipinas. Poco después de su arribo fue ordenado de presbítero y destinado a la provincia de Ilocos. No eran años tranquilos, ya que se estaba fraguando la revolución filipina que culminará con la independencia de España en 1898.

Al comenzar la revolución fue hecho prisionero, como la mayoría de los agustinos que trabajaban en el archipiélago, hasta que fue liberado un año después. En estos primeros años comienza a enviar artículos y trabajos publicados bajo el título genérico de “Crónica de las naciones”, al tiempo que comentaba los hechos más importantes de la política mundial, en los que se apreciaba su calidad de pluma y la hondura de pensamiento. Al volver a España en 1902 se le pidió que colaborara en la revista agustiniana “España y América”, que iniciaba su andadura. Poco después fue destinado a Perú en 1907 donde va a permanecer varios años, impartiendo la docencia en el colegio San Agustín de Lima, hasta 1924 en que vuelva a España y reciba el título de maestro de la orden. Antes de volver obtuvo el doctorado en Sagrada Teología en la Universidad de San Marcos de Lima.

En su larga estancia en Perú fue un religioso muy popular y querido de cuantos le conocieron y muy estimado del cardenal Lauri, que le hizo su confesor. Desde América seguía enviando cartas y crónicas para la revista “España y América”. También dio conferencias, como una magistral sobre Sor Juana Inés de la Cruz, en la Sociedad Geográfica de Lima y otra con motivo de la apertura del año académico en la Universidad de San Marcos de Lima. Colaboró en los periódicos con temas literarios, culturales y religiosos, como el que escribió sobre Nietzche, sobre Bergson, o el artículo “Pío X, el Modernismo y santo Tomás”, que fue publicado en tirada aparte. Fueron años de cambios políticos en la república peruana y de intensa actividad cultural del P. Pedro, pero era respetado por los enemigos de la iglesia y los partidarios en esos momentos de fuerte polémica sobre la enseñanza católica.

A su vuelta a España en 1924 se le encomendó la dirección de la revista “Archivo Agustiniano” y fue destinado a la residencia Beato Alonso de Orozca, en la calle Goya de Madrid y ella permanecerá hasta su muerte. Una de sus obras más extensas se titula “Leyendo nuestras Crónicas”, que es una síntesis general de los historiadores agustinos y un resumen de la vida corporativa de la orden agustiniana. La obra fue publicada en dos volúmenes en 1932, aunque antes se fueron publicando diversas partes en la revista “Archivo Agustiniano”. No es una obra de carácter científico, pero está influida por un espíritu positivo a favor del origen de la orden en el mismo mensaje de San Agustín. Mantuvo una polémica con el agustino francés Nicolás Merlín sobre el ideal del religioso que defendía San Agustín, que para el P. Pedro debe formarse intelectualmente y llegar a las cimas más altas y escribe un texto sobre el monacato agustiniano después de San Agustín.

Su obra más importante, que en parte le llevó al paredón se titula “Revolución y Contrarrevolución en España”. Este libro se publicó en plena crisis política y social de España y a las puertas de la Guerra Civil. Analiza las profundas crisis intelectuales, sociales y políticas de la sociedad española. En el libro se tilda al socialismo de demagógico y desintegrador. La posesión de este libro le llevará a la muerte. En la residencia de la calle Goya estaba el 18 de julio de 1936, cuando un grupo de milicianos rodeó la residencia con ánimo de incendiar la residencia religiosa y detener a los frailes. Gracias a la llegada de la guardia de asalto los religiosos no fueron asesinados antes de incendiar el edificio, siendo llevados a la comisaría, excepto el P. Mariano Cil que fue asesinado por un miliciano en la puerta. Entre los detenidos estaba el P. Pedro Martínez Vélez que tuvo que buscar protección en una casa particular. A los pocos días se traslado a otro lugar para no poner en peligro a quienes le ayudaban. Así estuvo cambiando de sitio hasta el mes de octubre en que fue detenido y llevado a la “Checa Méjico”. Ya se sabía que en esos lugares no regían leyes ni derechos. Fue sacado de noche y fusilado en la zona de Hortaleza. El P. Miguel de la Pinta, que también estaba escondido, mantuvo contacto con él, pero no pudo saber el lugar exacto de su asesinato.

El Pedro Martínez Vélez era un hombre bondadoso y un modélico religioso y sacerdote. De amplísima cultura y con un gran amor a San Agustín y a la Orden Agustiniana. No tuvo reparo en mostrar su opinión en los tres países y en las situaciones que vivió en ellos. Primero fue en la revolución filipina, después en los años de la convulsa política peruana y por último los momentos trágicos de la historia española.

 Fr. Ricardo Paniagua