Texto: Ángel Andújar, OSA
Música: Crying in my beer. Audionautiz
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Jesús comienza su vida pública asistiendo a una boda: un banquete de fiesta como “declaración de intenciones”. Situémonos: en aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor. María está invitada… y se lleva consigo a su hijo, y con él a sus amigos. No eran tan rígidos como nosotros. A la fiesta se va a disfrutar, pero a veces surgen contratiempos. Y uno, casi normal dado que aparecían invitados inesperados: el vino se acaba.
Gracias a Dios, ahí está María, que también ha ido a pasarlo bien, pero con esa sensibilidad única, maternal, está atenta (no para criticar, ni para regodearse en los fallos ajenos, como quizá habríamos hecho otros), y cree que hay que hacer algo, por lo que llama a su Hijo.
Y ahí surge el “primer signo de Jesús”: el agua se convertirá en vino. El agua y el vino, los elementos básicos de este relato, tienen una gran carga simbólica. ¿Por qué había allí unas grandes tinajas de agua? En las casas judías se tenía ahí el agua para cumplir con las purificaciones que ordenaba la ley judía. Y lo que sucede en Caná es que se produce el paso de la ley, la norma, el cumplimiento… a la fiesta, la belleza, la alegría desbordante. Jesús decide dar un cambio radical a las cosas. El vino era imprescindible para hacer fiesta. Y Jesús quiere que la vida sea una fiesta.
Esa es la transformación auténtica que trae Jesús: el agua representa la antigua ley, con su carga de cumplimiento vacío, de amargura, de sinsentido… el vino es símbolo de la nueva fe. Dicho de otro modo: no es lo mismo agua que vino, no todo vale. Cuando hay pasión, alegría, empuje, fraternidad, la vida es distinta. Liberémonos de una religión de la amargura, del desánimo, de las malas caras… el futuro es nuestro, porque Jesús está con nosotros, y él ha cambiado radicalmente nuestras vidas.
Agua convertida en vino: no lo olvidemos. Una nueva realidad: la de Jesús, encarnada en aquellos creyentes que se empeñan porque la vida, la suya y la de las demás personas, sea una fiesta cada día.
¡Feliz día del Señor!