Texto: Jesús Baños, OSA
Música: Crying in my beer. Audionautiz
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá»
En esta escena evangélica de la Visitación, tan próxima a la celebración del nacimiento de Jesús trae un montón de luz a nuestra vida cristiana. María, Isabel, Juan y Jesús en los vientres de sus madres, son al final del adviento un auténtico faro y guía para nuestro caminar.
María que se pone en marcha y a prisa… Parece que el mismo Verbo encarnado acelera el plan de Dios desde el vientre de María. Un plan que se concreta en cercanía y ayuda a quien lo pueda estar necesitando. La fe y la disponibilidad concreta de María hace posible plan de Dios
Su saludo es trasmisión de fuerza y de gracia de Dios…fuerza y gracia que remueve por dentro a quien lo recibe. Jesús es ya, desde el vientre de María causa de alegría, de gozo, de salto… Pero ha sido necesario que alguien lo lleve, lo anuncie, lo porte. A eso estamos invitados nosotros en este tiempo y siempre. Antes de celebrar el nacimiento del Niño Dios en la Nochebuena, tomar conciencia de que reconocer y adorar a Dios en el pesebre nos compromete a ser sus testigos, a llevarlo a muchas personas para que remueva muchos interiores, para que provoque muchos saltos en el interior de muchos… Nuestro mundo está necesitando estos saltos; saltos de alegría, pero también de conversión y de cambio. Saltos que pongan en marcha.