Miércoles XXXIV del Tiempo Ordinario

Escrito el 27/11/2024
Agustinos


Texto:  Ángel Andújar, OSA
Música: K. Mc Leod. A very brady special

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Continuamente nos llegan noticias de situaciones desalentadoras: cuando no es una catástrofe natural, se trata de un conflicto armado de gran magnitud; a una traición de la confianza depositada en alguien sucede una trama corrupta desde cualquier rincón. Todos los ideales que tratamos de poner sobre el mundo, sobre las relaciones humanas y sobre el progreso parecen venirse abajo y sumirnos en la desesperanza. ¿Es posible salir de este atolladero en el que nos mete la realidad?

El texto evangélico que nos ocupa hoy describe una situación ante la que Jesús quiso poner en alerta a sus discípulos: el conflicto, la persecución, la traición, la falsedad… son realidades con las que se iban a encontrar inevitablemente. En definitiva, la vida es compleja, para todos, incluso para quienes desean hacer el bien. Hay que estar preparados para ello y no desfallecer.

El evangelista Lucas, recogiendo todo lo que Jesús había anunciado, supo responder a los acontecimientos y preguntas de su tiempo a través de su Evangelio. El templo de Jerusalén había sido destruido hacia el año 70 d.C., y muchos consideraban que el desastre de la gran ciudad llevaba aparejado el fin de los tiempos. Los cristianos habían empezado a sufrir sangrientas persecuciones, y la tentación de caer en el desaliento era fuerte. ¿Cómo infundir esperanza en quien se veía en esta situación?

La Palabra de Dios nos transmite que el mundo sigue, porque más allá de lo aparente, de lo pasajero, del conflicto y la persecución, está Jesús, el Señor de la historia (el Rey del Universo, como celebrábamos el pasado domingo), guiando con firmeza nuestros pasos. El Evangelio trata de dotar a los creyentes, los de antes y los de ahora, de la esperanza, la fuerza y el coraje suficientes para poder vivir de forma auténtica el seguimiento de Jesucristo, en medio de las adversidades, muchas y muy variadas: conflictos, persecuciones, cataclismos, traiciones, enfermedades…

A nosotros, en este momento de la historia, en el que tampoco resulta sencillo vivir de la fe, se nos transmite una llamada a la confianza: Dios no nos abandona a nuestra suerte; a Él podemos confiarnos, pues aunque aparentemente esté en silencio, sigue infundiendo su Espíritu y nos sigue alentando para continuar siendo testigos del Reino de Dios hasta las confines del mundo. Seamos perseverantes, con la cabeza bien alta y sabiendo que, aunque en vasijas de barro, tenemos en nuestras manos un gran tesoro.