Texto: Javier Antolín, OSA OSA
Música: Mc Leod, A very brady special
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
Jesús sigue de camino hacia Jerusalén y le salen a su encuentro 10 leprosos que le imploran: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Jesús les pidió que se presentasen a los sacerdotes y, en el camino, quedaron limpios. Todos quedaron curados, pero únicamente uno vino a dar gracias. Todos estaban enfermos, todos fueron curados, pero solamente un extranjero, un samaritano vuelve dando gracias a Dios.
Tal vez la parábola evangélica más conocida sea la del buen samaritano, donde frente al sacerdote y al levita que pasaron de largo ante una persona que necesitaba ayuda, el samaritano se detiene, le recoge y cuida de él, es un ejemplo de amor misericordioso con el prójimo.
En el relato de hoy, se nos presenta a un samaritano, como ejemplo de persona agradecida, ya que, al recuperar la salud, vuelve para dar gracias. Así es la persona agradecida, no solamente pide la curación, sino que al sentirse curado vuelve a dar gracias a Dios. El Evangelio se pregunta ¿dónde están los otros nueve? Nosotros podemos preguntarnos si tenemos un corazón agradecido a los muchos dones que recibimos de Dios.
No tenemos que fijarnos o lamentar los nueve que no son agradecidos o no saben agradecer a Dios lo que reciben, sino activar el agradecimiento como algo connatural en nosotros. En el fondo, todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido, a veces, no lo reconocemos y pensamos que todo lo hemos conseguido con nuestro esfuerzo. En general, no somos agradecidos con las personas que nos relacionamos. Nos podemos preguntar ¿Cuántas veces damos gracias a las personas con las que vivimos? ¿Está presente en nuestros labios la palabra gracias? ¿Somos agradecidos a Dios en la vida de cada día?