Domingo XXV del Tiempo Ordinario

Escrito el 22/09/2024
Agustinos


Texto:  Javier Antolín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.

Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».

Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».

Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.

Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

Jesús inicia el camino hacia Jerusalén acompañado por sus discípulos más cercanos. Ellos esperan que es un camino de triunfo y del éxito, por lo tanto, piensan que los que le acompañan van a ocupar los primeros puestos. Y, precisamente, eso era lo que discutían por el camino, pues todos buscan los honores y los primeros puestos, por eso ante la pregunta de Jesús se callan como muertos, pues se dan cuenta que no estaban de acuerdo con lo que Jesús pensaba y enseñaba.

El Evangelio nos dice que Jesús se sienta, es decir, les quiere enseñar algo que no deben olvidar. En primer lugar, quien quiera ser el primero que sea el último de todos, el servidor de todos. El discípulo de Jesús no busca rangos, honores, ambiciones, no quiere estar sobre los demás, sino ponerse en el último lugar. Y desde ahí, ser como Jesús servidor de todos. Segundo, Jesús utiliza un gesto significativo, coge un niño y lo abraza y les dice: “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí”. Los niños en aquella época gozaban de poca consideración, eran utilizados por los mayores. Los niños estaban en la escala más baja de los que se dedicaban a servir. Jesús les dice que el que prefiera a este niño, me está prefiriendo a mí, el que sirve de verdad.

En fin, aunque somos mayores tenemos que seguir aprendiendo y nada menos que de los niños. Aprender a ser alegres y confiados, y así, poder ver el mundo sin preocupaciones, de una manera más limpia, más bella. Recuperemos la ingenuidad, la sencillez y la humildad, éste es el camino que nos propone el Evangelio para seguir a Jesús hasta el final.