Texto: Javier Antolín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
El, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos.
Pero él les dijo:
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado».
Y predicaba en las sinagogas de Judea..
Jesús tiene la misión de anunciar el Reino de Dios, mensaje que no solamente consiste en palabras sino en hechos que acompañan ese anuncio de la Buena noticia de la salvación. Por eso, una de las actividades centrales de su vida, es manifestar el amor de Dios a los enfermos curándoles de sus dolencias y aflicciones. En el Evangelio de hoy vemos esta actividad un tanto frenética, pues no tiene tiempo ni para descansar. Se nos describe un día de la actividad de Jesús, después de estar en la sinagoga va a casa de Simón y allí cura a la suegra de Pedro que tenía fiebre. Al ponerse el sol, nos sigue diciendo el Evangelio, todos los que tenían enfermos de diferentes enfermedades se los llevaron a Jesús, él les imponía las manos y les curaba.
Conviene reconocer que Jesús sigue curando por medio de su Iglesia, nosotros podemos acudir a Jesús si necesitamos sanación, pero también estamos llamados a seguir curando a tantos afligidos por el dolor y la enfermedad. Aunque estemos necesitados de curación, tenemos también que seguir llevando el consuelo del amor de Dios. Al día siguiente, Jesús se dirigió a un lugar apartado, pero la gente le busca hasta encontrarle y querían retenerle, pero Jesús no se deja retener, sino que sigue su camino de anunciar su mensaje de salvación a otros pueblos. Tenemos el peligro de querer controlar a Dios según nuestros intereses, pero Jesús es completamente libre para seguir su camino y llevar el mensaje de salvación a otros pueblos, ya que la salvación es para todos.
Conviene estar atentos a las necesidades de los demás, no solamente centrarnos en nuestros problemas y enfermedades, o de aquellos más cercanos a nosotros. Tenemos que tener una mira amplia, pues todos necesitan recibir la misericordia de Dios que ha venido a sanar y poner paz en nuestros corazones agobiados.