Texto: Miguel G. de la Lastra, OSA
Música:
Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Quizás otras veces nos cueste más comprender a Jesús, pero esa imagen del cansancio y de las prisas por tantas tareas que ni de comer tenemos tiempo es una experiencia en la que seguro que nos vemos reflejados. Y hacemos lo mismo que Jesús y los apóstoles, retirarnos y alejarnos de todo aquello que nos hace correr y nos fatiga. Así que remamos mar adentro o tierra adentro, nos alejamos buscando descansar pero no lo encontramos.
Tal vez seguimos llevando con nosotros las preocupaciones y los agobios... Tal vez nos pase como en tiempos de San Agustín que comentaba que “en este mundo los hombres con grandes esfuerzos buscan el descanso y la seguridad, pero no las encuentran a causa de sus perversos deseos. Quieren descansar entre cosas inquietas y efímeras, y como quiera que éstas desaparecen y pasan con el tiempo, se ven agitados por el temor y el sufrimiento, que no les dejan estar tranquilos” (Cat principiantes 16,24,3)
No encontramos descanso porque seguimos buscando cosas que nos dejan intranquilos. Experiencias, relajación, diversión y quizás nuestra propia comodidad. Huimos del agobio que nos causan las ambiciones cotidianas y nos cargamos con otras parecidas. Ver más, hacer más cosas, tener cosas que contar. Como si lo que vamos a encontrar más allá de casa nos trajera algo mejor que lo que ya somos. Si escapamos del agobio no deberíamos cargar con más agobios.
De hecho, los discípulos viajan con Jesús. Dejan atrás la tarea realizada y los milagros y se quedan a solas con Jesús. En una experiencia de cercanía que no necesita más que el hecho de estar juntos y disfrutar de la compañía. Tal vez algunos de los planes que tenemos para descansar podrían incluir esto, disfrutar de los nuestros
El descanso no es sólo gozo o emoción, es sobre todo disfrutar de los que somos, de nosotros mismos. Porqué lo más extraordinario de nuestra vida somos nosotros mismos. Nos vamos empeñados en ver cosas emocionantes o vivir experiencias memorables pero nos olvidamos de que el valor de esas experiencias está en que las vivo yo y me habla de quién soy yo.
“Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los ríos, y la inmensidad del océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí mismos” (Conf. X,8,15)
Los apóstoles no necesitan ir muy lejos, ya tienen al lado lo que más les importa. Pero falta una cosa. Parte de nuestro desasosiego en vacaciones está en buscar fuera y en buscar en cosas que al final nos dejan vacíos y algo más pobres. Pero además sucede algo en nuestro descanso: a veces pretendemos dejar de ser quienes somos, nuestras relaciones se quedan lejos y a veces también las obligaciones, hasta las obligaciones con Dios.
Pero a Jesús y a los apóstoles no les sucede así. La distancia no les hace olvidarse de su forma de ser como anunciadores del Reino. Están descansando, sí, pero no se olvidan de ser apóstoles. Por eso cuando ven a la gente, en lugar de quejarse, se ponen a enseñar. Siguen trabajando en lugar de descansar, pero siguen siendo ellos mismos.
El auténtico descanso no es huir de nuestra vida y desconectar, sino más bien el descanso en el que dejó las cosas y las tareas ordenadas de tal forma que yo puedo tratar de ser quien soy, ser coherente conmigo mismo sin necesidad de esconderme. Ordenar los tiempos y las actividades de forma que pueda actuar como a mí me gusta sin agobios ni prisas.
Y así, aunque me engaño creyendo que el ocio es lo que más me permite recuperarme y cuidar de mí, resulta en realidad que Jesús termina empujándonos a ser más nosotros mismos precisamente entregándonos tal y como somos. Siguiendo con la tarea de anunciar el Reino donde sea que el verano nos lleve. A descansar de agobios, no a desconectar de nosotros mismos y de nuestra ida.